Uno de los aspectos que favorece de forma notable la productividad es el buen ambiente laboral. Y uno de los problemas que tiene lo contrario es un alto índice de rotación en plantilla. En buena parte los jefes y mandos intermedios son responsables de dicho ambiente laboral y uno de los errores más comunes que cometen es caer en favoritismos o destacar solo lo negativo de un trabajador.
Este tipo de comportamientos molestan mucho a los empleados. En primer lugar porque el favoritismo significa desigualdad de trato. Por lo tanto cuando nos piden compromiso, aquel que se siente maltratado piensa que se esfuerce el enchufado o el favorito del jefe.
Si a esto le sumamos que existe una costumbre en algunos jefes, afortunadamente no todos, de destacar solo los aspectos negativos de un empleado y su trabajo, pero obviar las tareas que hace bien o su buena predisposición y actitud.
Peor todavía es cuando nuestro responsable se acaba por atribuir los méritos de nuestro trabajo. Es aquí donde definitivamente hay una espiral negativa que acabará más pronto que tarde con el empleado buscando otras ofertas en la competencia.
Hay otros aspectos que también influyen a que los empleados acaben por cambiar de trabajo como la indiferencia. Que nuestro jefe no tenga de vez en cuando una charla con nosotros, que no nos dedique nada de tiempo o simplemente ver como nuestra carrera profesional se estanca supone un duro golpe para la motivación de los trabajadores.
No es fácil ser un buen jefe. Y parte del problema muchas veces es que el jefe ha sido un buen profesional, bueno en su trabajo como empleado, pero al promocionar a un puesto de responsabilidad no tiene la formación necesaria para saber gestionar un equipo. Si esto se junta con falta de mano izquierda y de don de gentes, más un poco de estrés hace que en muchos casos se sientan sobrepasados y acaben por crear estos vicios o ambiente tóxico del que muchas veces es difícil salir.
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