El salario emocional mejora la productividad pero no evitará la fuga de talento

El salario emocional mejora la productividad pero no evitará la fuga de talento
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Es cierto que en las empresas cada vez se valora más por parte de los trabajadores factores que no tienen que ver estrictamente con el sueldo. Pero la realidad es que el salario emocional mejora la productividad pero no evitará la pérdida de talento porque al final no paga las facturas. Y por mucho que estemos bien en la empresa, que tengamos un buen ambiente a final de mes lo que ingresamos tiene que bastar para cubrir nuestras necesidades básicas.

En caso contrario, empezará la búsqueda de nuevas oportunidades laborales fuera de la propia empresa. Si nuestra empresa no ofrece un salario competitivo, tendrá que asumir que en cualquier momento alguno de sus empleados se marchará. Por mucho que ofrezca posibilidades de conciliar vida personal y profesional, los agobios económicos acaban por pesar mucho en la decisión.

No solo se trata de tener buen ambiente, sentirse reconocido en nuestro trabajo por la empresa. También hay otros factores que pesan como estar en un proyecto atractivo, asumir más responsabilidades, tener un plan de carrera y posibilidades de ascenso o posibilidades de formación a corto y medio plazo.

En parte alguna de estas facetas no son más que una forma de ir haciendo curriculum para ser más atractivos como candidatos cuando demos el salto a otra empresa. Es quizás este uno de los motivos por los que las generaciones más jóvenes son las que puedan valorar más estas cuestiones.

Pero no nos engañemos, para la empresa siempre es positivo ofrecer este tipo de complementos que al final en muchos casos no suponen un coste añadido. Porque son factores que influyen directamente en la productividad de los empleados. Hay un abismo entre trabajar en una compañía, que el sueldo sea escaso y tengamos buen ambiente y horario a estar en un ambiente tóxico y con turnos rotativos.

El salario emocional no paga las facturas pero permite que no se cree un círculo vicioso en el que el empleado se sienta atrapado y acaba por hacer lo mínimo imprescindible. En estos casos la rotación constante es habitual, más alta si cabe a medida que surgen más oportunidades laborales.

Imagen | Pexels

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