Mi mejor amigo abrirá las puertas de su negocio como franquiciado de una conocida cadena de tiendas de informática en poco más de una semana. Yo le descubrí la oportunidad y le dí el primer empujoncito, para después dejar que él madurase la idea, estudiase si su perfil resultaría idóneo para entrar en la franquicia, y analizase económicamente los pros y contras de tomar ese camino. Obviamente la decisión final fue suya.
Pero una vez tomada la decisión, e iniciados los contactos con el franquiciador, una de las grandes necesidades que ha tenido, aunque no lo parezca, ha sido ver que su familia y amigos le apoyábamos y estábamos a su lado. Y es que abrir un negocio no sólo afecta a quien se da de alta en el RETA, sino a todo su entorno. La decisión de abrir un negocio puede responder a muchas motivaciones. Pero el factor humano está presente para todos los nuevos empresarios, sea cual sea la motivación que les ha llevado a serlo. Y que tu entorno más directo (familia y amigos íntimos), compartan tu entusiasmo, te apoyen y entiendan el vuelco radical que va a suponer en tu vida tener que dedicarte en cuerpo y alma a tu negocio, es esencial para mantener tu salud mental intacta.
Que un empresario no disponga de los apoyos psicológicos en su entorno más cercano puede suponer un desequilibrio emocional que tarde o temprano se va a manifestar en el ámbito profesional y puede llegar a tener consecuencias nefastas para el negocio. Por ello, todos aquellos que decidan dar ese gran paso deben tener presente que su negocio no sólo va a estar presente en sus vidas, sino también en las vidas de quienes forman su entorno, y creo que es sensato aconsejarles que mediten detenidamente si van a disponer de estos apoyos incondicionales, porque en caso de no ser así, una mala racha profesional puede devenir en un infierno personal. Y tal vez el precio por tener un negocio propio sea demasiado caro.
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