Hace unos años, cuando concurría a uno de mis primeros procesos selectivos para optar a una posición profesional, me preguntaron si había tenido la oportunidad de vivir un tiempo en el extranjero. Una pregunta que me sorprendió, y que la única utilidad que podía señalar en aquel momento era el mayor o menor conocimiento que tendría de una lengua extranjera.
Con el paso de los años, he ido descubriendo esa utilidad, y quizás lo del idioma sea lo menos importante, porque al fin y al cabo, siempre podemos aprenderlo.
Descubriendo que estos 'aditivos' o cualidades son la capacidad de resolver problemas, la flexibilidad, las habilidades para relacionarnos en un ambiente multidisciplinar y multicultural, y sobre todo, la de adaptarnos a unas normas y estilos que no tienen por qué corresponderse a lo que venimos estando acostumbrados.
Estos factores se encuentran muy bien explicados en un artículo de Angie Castells en el blog de Más Edimburgo, y es justo cuando pasa el tiempo y miras un poco atrás con perspectiva cuando valoras que tanto te han servido en tu día a día.
En mi opinión, en el entorno empresarial de hoy se hace imprescindible el contar con una experiencia internacional. Que no tiene que por qué darse en una etapa formativa, y que en ocasiones se aplaza a la llegada de la etapa profesional. Porque nos dota de un conjunto de habilidades, intangibles, que nos enriquecen profesionalmente, y sobre todo, personalmente.
En Pymes y Autónomos | Los traslados de profesionales al extranjero son cada vez menos 'golosos' Imagen | Portmanteau