Según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, la cuantía media de la prestación contributiva por desempleo, el paro, superó por primera vez los 1.000 euros en noviembre de 2024. En concreto, 1.007,5 euros.
La tendencia sigue en aumento y, tras el mes de retraso habitual para recabar datos, se confirmó que, en enero de 2025, la cifra ya alcanzaba los 1.019,8 euros al mes, según el Ministerio de Trabajo.
Detrás del aumento
Este incremento ha impulsado el gasto en prestaciones por desempleo en un 4,7 % interanual, hasta los 1.993 millones de euros. Pero ¿es bueno?, ¿es malo? ¿Se trata de una tendencia favorable y sostenible?
Uno de los principales motivos detrás de esta subida es el aumento de los salarios de los trabajadores que acceden al desempleo. El cálculo de la prestación se basa en la base reguladora del trabajador, por lo que una mejora en los salarios previos al desempleo repercute directamente en una cuantía media mayor.
En pocas palabras, si el SMI ha crecido hasta un 60 % en pocos años, las prestaciones por desempleo deben reflejar estas subidas, por lo que las personas que han perdido su trabajo han estado cotizando más.
Además, la reforma de las prestaciones por desempleo ha permitido extender la duración de algunas ayudas (sobre todo, para mayores de 52 años), lo que también ha influido en el crecimiento del gasto. Esto ocurre en un contexto donde el número de beneficiarios de prestaciones ha disminuido un 1,2 % interanual, lo que significa que, aunque hay menos personas cobrando el subsidio, el gasto total ha seguido aumentando.
De igual modo, el aumento salarial de las últimas nóminas de los trabajadores que han perdido su empleo se suma a un cambio más relevante todavía. La prestación por desempleo, que estaba situada en el 50 % de la base reguladora desde 2012, se elevó hasta el 70 % para los primeros seis meses, y al 60 % hasta el límite de los 2 años.
En principio, esto puede ser un problema mayor en España durante crisis que disparen la tasa de desempleo. Recordemos, además, que nuestro país tiene la tasa de paro más alta de Europa (10,6 %), con todo lo que esto implica. Si bien el objetivo del Ejecutivo parece ser poder aumentar cotizaciones y, a la vez, crear empleo de mayor calidad.
Sostenibilidad del sistema
Un aspecto que puede chocar de manera frontal con el perfil de los perceptores de las prestaciones de paro es que más de la mitad de los beneficiarios de prestaciones por desempleo en España tienen más de 50 años.
Esto implica un incremento del gasto concentrado en una parte de la población que, al contar con más experiencia laboral, percibe prestaciones más elevadas. Sin embargo, también cuenta con una cara B: el retorno al mercado laboral y el reciclaje profesional en el último tramo de la vida laboral de los desempleados. Si su reincorporación laboral es baja, esto puede aumentar la presión sobre el sistema.
Así, si bien la tendencia refleja mejoras en las condiciones laborales previas al desempleo, también supone una carga adicional para las arcas públicas a largo plazo.
La evolución del gasto en prestaciones dependerá de varios factores, como la evolución del empleo, posibles reformas en el sistema de protección los cambios demográficos en el mercado laboral. En este sentido, los expertos advierten que será clave encontrar un equilibrio entre garantizar una cobertura adecuada y asegurar la sostenibilidad financiera del sistema.