Coworking. Es una palabra en boga. Se han multiplicado los espacios de trabajo que en nuestro país se autodenominan así. Más de medio millar registrados en la web Coworking Spain. No es más que el resultado de una tendencia en un mercado laboral que cambia a marchas forzadas. Pero, ¿es oro todo lo que reluce? No siempre.
El ahorro de costes es una de las grandes ventajas de un espacio de coworking, pues se comparte el alto coste de una oficina, especialmente en grandes ciudades. Pero, quizás, más importante es el esfuerzo de sus gestores por crear sinergias y establecer un centro de trabajo que vaya más allá de ser un sitio común donde se va a trabajar sin más.
Llamar coworking a un espacio abierto en el que una administración coloca decenas de puestos de trabajo sin más es un error. No porque esa opción sea negativa, sino porque se necesita mucho más para que, verdaderamente, cumpla su función de trabajo colaborativo y de crear nuevas oportunidades para sus miembros.
Desde cursos de formación a charlas especializadas; de talleres a encuentros culturales, pasando por eventos para un sano y fructífero networking… Para ello, debe haber un gestor que sea quien dinamice el espacio y facilite la colaboración entre los miembros.
Existen, incluso, espacios especializados que nacen con los ojos puestos en unos grupos determinados: diseñadores, periodistas, ingenieros… Una especialización que abre la posibilidad de todas estas fórmulas de colaboración, de crecimiento profesional. Aportar un plus más allá de compartir un techo como podría hacerse, por ejemplo, en una biblioteca pública.
Sobre los retos de esta nueva fórmula de organización del trabajo se debatirá en la nueva edición de la Coworking Spain Conference de la que hoy se ha dado cuenta. Desde la influencia de la economía colaborativa al papel de las startups en estos espacios, pasando por los errores más comunes de los coworkers o por la especialización de los espacios.
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