El llegar a registrar una patente no es una oportunidad de ganar dinero en sí misma, como muchos creen, sino que más bien es el reconocimiento gubernamental y científico a los esfuerzos, al mérito y a la inversión realizada por un conjunto de profesionales.
En esta materia se suele menospreciar a nuestro país como fuente de creación científica, pero a pesar de los comparativamente pocos recursos con los que contamos en relación a otros países de nuestro entorno, nuestro éxito es notable. Un buen ejemplo de ello, es el caso de la científico asturiana Margarita Salas, que tras cuarenta años de trabajo y sin pretenderlo, fue la precursora de la DNA polimerasa, un gran hito en la medicina moderna.
En el caso específico de esta patente, estamos hablando de la más rentable de todas las que se han registrado en España, hasta el punto de que ha llegado a suponer prácticamente la mitad de los royalties que se han pagado por el total de las patentes españolas en el período comprendido entre los años 2003 al 2009.
Como comprenderán la investigación no es una labor exclusiva de los Estados que manejan grandes presupuestos, sino que también de las empresas privadas que detraen una parte importante de sus recursos presentes y futuros para este tipo de cuestiones, siendo en la práctica una apuesta por el liderazgo que comercial no vende mucho al primar en muchas ocasiones los resultados a muy corto plazo.
Por tanto, si nuestro objetivo es ganar dinero tal vez esta no sea la mejor opción, porque el caso de la DNA polimerasa ha sido la flor y nata de nuestra producción intelectual, existiendo muchos proyectos que tras años de trabajo han resultado fallidos, e incluso aportando soluciones técnicas nada despreciables, poco rentables. Siendo una apuesta a largo plazo, para la que debemos contar con recursos como para seguir hacia adelante, podernos permitir muchos fracasos, y tener la firme convicción de que podemos llegar a proporcionar algo útil a la sociedad con el potencial de nuestro equipo.
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