Con la crisis económica que provocó la COVID muchas empresas decidieron aplazar sus impuestos con la Agencia Tributaria a los que tenían que hacer frente y no tenían recursos. Era una forma de ganar tiempo y trazar un plan de acción. Pero ahora se encuentran que siguen con una facturación muy baja, o en el peor de los casos, cerrados y sin ingresos y si aplazamos impuestos en mayo, llega la hora de pagar y no saben cómo ni con qué hacerlo.
Además el pago incluirá recargo de intereses, lo que añade una piedra más en el camino de muchas empresas y autónomos. Aplazar no es más que trasladar el problema de una fecha a otra. En estos seis meses muchos han empezado a buscar un plan de viabilidad para aguantar un año, pero otros simplemente han ido tapando agujeros como han podido. Y no podrán pagar.
El crédito es su salida a corto plazo, pero a medio plazo necesitan un plan de viabilidad, puesto que todo lo que han ido aplazando tendrán que pagarlo en algún momento y no podemos pensar que en 2021 vamos a tener una facturación normalizada. Habrá que esperar a 2022 y mientras tanto hacer frente a los pagos corrientes y la deuda acumulada.
No serán los impuestos la parte más importante, si no hemos tenido facturación, hemos tenido menos personal o hemos estado cerrados, los siguientes trimestres tendremos que pagar mucho menos, excepto en sociedades... Si se aplazan los siguientes trimestres volvemos a aplazar el problema seis meses, pero si no se empieza a facturar...
Otros gastos corrientes como alquiler, electricidad, agua, seguros, etc. son más importantes y generarán la mayoría de las deudas, sobre todo en los locales que pagan un alquiler más alto. Es aquí donde más se debería presionar. O se media para que se ajusten los alquileres o se conceden ayudas directas para hacer frente a los pagos y aliviar un poco la presión para estas empresas.