Nada es seguro, salvo la muerte y los impuestos. Esta máxima, que se le atribuye a Benjamin Franklin, suele ser en ocasiones objeto de cuestión, al menos en España. Y no precisamente porque alguien haya descubierto la pócima de la eterna juventud, ni mucho menos, sino porque, cada vez más, el fraude fiscal se ha instaurado en nuestra sociedad y ya constituye un grave problema estructural y una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos españoles.
Prácticamente a diario nos levantamos con nuevos casos de supuestos delitos fiscales que nos escandalizan, especialmente a todos los que tienen una nómina o pagan religiosamente su cuota mensual y que, al más mínimo retraso en su abono, están recibiendo una notificación por parte de Hacienda o de la Seguridad Social. Sin embargo, en algunas ocasiones, los conceptos no se utilizan del todo bien; este es el caso de elusión y evasión fiscal, términos que aparentemente parecen lo mismo pero que tienen un significado y unas connotaciones muy diferentes.
La elusión fiscal tiene como objetivo pagar la menor cantidad de impuestos dentro de los límites que establece la Ley, en algunas ocasiones aprovechando las lagunas legales de la legislación de los países. Dentro de esta práctica, podríamos mencionar desde el aprovechamiento de las deducciones para pagar menos impuestos hasta algunos métodos complejos que les sirven a las empresas para pagar menos impuestos. Pero también se pueden citar algunas técnicas que aprovechan los tratados de doble imposición o la libre circulación de capitales para eliminar algunos gravámenes.
Este es el caso, por ejemplo, de algunas empresas que domicilian su sede social en países donde el impuesto de sociedades es más bajo, como Irlanda, en un entorno de libre circulación de capitales como es la Unión Europea, y transfieren allí los beneficios obtenidos en otros países. También se pueden citar otras técnicas como el sandwich holandés, una técnica fiscal muy sofisticada que tiene como objetivo eludir el pago de impuestos en algunas sociedades.
La evasión fiscal, por su parte, consiste en evitar el pago de la mayor parte o la totalidad de los impuestos a través de prácticas ilegales. Esta práctica implica generalmente la falsificación y el encubrimiento de la verdadera naturaleza del negocio con el objetivo de reducir o modificar su responsabilidad fiscal. Ejemplos de evasión fiscal son el registro de empresas en países considerados como paraísos fiscales o el uso de testaferros, es decir, una persona que actúa como presunto propietario de una compañía.
Es decir, la diferencia fundamental de una y otra práctica radica en la legalidad de uno y otro. Ahora bien, ninguna de ellas suele ser ética, aunque la elusión fiscal no tenga consecuencias penales. Además, mientras en la elusión fiscal se busca el asesoramiento de expertos fiscales, la evasión fiscal está normalmente relacionada con casos de corrupción o actividades delictivas.
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