Cada vez son más los españoles, tanto empresarios así como los demandantes de empleo, que piensan que el futuro pasa por China, que ante el estancamiento de la economía Europea, y en especial España, hay que buscar nuevas oportunidades en el dragón asiático. Tengo que decir que muchas de estas opiniones están fundadas y son ciertas, pero lo que hoy quiero señalar es la preocupante desaceleración que han experimentado la facturación de las empresas españolas a este país.
De tal modo que a cierre del pasado mes de junio se han logrado incrementar las ventas en un 11,3% cuando la tasa de variación anual del ejercicio precedente fue del 15,3%. Que aunque no marca un cambio de tendencia en su evolución, si lanza un mensaje de alerta hacia las empresas foránea que quieren establecerse en su mercado.
Esta desaceleración es fruto de los riesgos a los que se enfrenta la propia economía china, que confía su motor económico a la salud de sus propias exportaciones, que hoy están de capa caída teniendo en cuenta la difícil situación por la que atraviesan sus socios comerciales.
En este sentido las empresas españolas tienen que mentalizarse de que no todo vale para vender en China, puesto que este tipo de situaciones no hacen otra cosa que incrementar la competencia entre los oferentes de bienes y servicios que acuden a su mercado, fruto de una demanda menos explosiva y a la par, también más selectiva que hace unos años. Por tanto, cada vez se deberá estudiar más concienzudamente la estrategia a desarrollar, abandonando el 'todo vale cuando el caudal es abundante', porque ya se empieza a apreciar cierta saturación en el inexplorado mercado chino.
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