Para gustos, colores. Obviamente. Pero ¿Cómo se debe valorar este gesto? Al margen de las connotaciones contables o legales (que las tiene), yo creo que el entregar una Cesta al empleado por Navidad es algo más que dar un simple obsequio.
Mi hermano trajo a colación aquel viejo spot de McDonald's que se emitió la Nochebuena de algunos años atrás, en que, ante la puerta de un restaurante cerrado de la cadena sobreimpresionaban un eslogan que decía algo así como "El mejor sitio para pasar la Nochebuena es tu casa".
Creo que ahí está el quid de la cuestión. Me explicaré. Dar una cesta implica desear a los empleados que disfruten de ella en casa, con los suyos, con una comida agradable, y en buena compañía. Lo veo como un gesto para olvidar por un momento la relación económica que subyace en la relación trabajador-empresa, y acercar a las personas que se esconden detrás de las máscaras de los trabajadores.
Dar dinero, en cambio, es un acto para mí vacío de contenido.
Hace días comentaba el objetivo último que tienen las Cenas de Navidad, y creo que la Cesta sigue ese mismo camino: hacer partícipe al empleado de la empresa en un contexto agradable. Humanizar la empresa, si se me permite.
Posiblemente muchos penséis que preferís 100€ en la cuenta corriente, antes que unas botellas de vino, alguna pastilla de turrón y en los mejores casos, un jamón. Porque lo necesitéis, o simplemente porque, como decía mi hermano, con ese dinero podáis comprar más y mejores productos que los que contiene la cesta.
Yo, sin embargo, me quedo con el gesto, y prefiero la Cesta, independientemente de su valor económico.
¿Qué preferís vosotros? Pero os pregunto a vosotros, empleados, y a vosotros, gerentes. ¿Cesta o dinero? Y sobre todo... ¿por qué?
P.D.: ¡Feliz Navidad a todos!
Imagen | Fivar.es