La crisis de las puntocom (a principios del 2000) tuvo una incidencia masiva sobre profesiones de alta cualificación y se recuerda como la crisis de los universitarios. Años después surge la crisis inmobiliaria – financiera a nivel global y a quien ha sacudido con mayor virulencia ha sido a aquellos perfiles de menos cualificación.
Uno de los efectos de la crisis se está notando en las retribuciones y en la consiguiente brecha salarial. En un artículo que publicó Cinco Dias hace unos días presentaba los resultados del informe “El impacto de la formación en las retribuciones de 2010” de la consultora de selección de directivos ICSA, un titulado universitario puede llegar a ganar un 58% más que el resto de asalariados.
El informe analiza el impacto que tendría la formación para una persona que iniciase su carrera profesional con 24 años y la concluyera a los 65. Así, con una formación de FP I y II, en euros constantes, la retribución total sería de unos 913.231 euros. Por su parte, un diplomado alcanzaría unos ingresos de 1.749.424 euros y un licenciado llegaría a 2.111.838 euros. Un titulado con un máster o un postgrado alcanzaría una retribución de 2.523.988 euros.
El estudio pone de manifiesto que los asalariados con mayor nivel de cualificación están sufriendo menores caídas salariales que aquellos que tienen niveles formativos más bajos, o directamente no tienen ninguna. Pero como he indicado al principio esta situación no deja de ser cierto que se produce por las condiciones particulares de esta crisis porque hace doce años fue al contrario y los más afectados eran los perfiles de mayor formación.
Con independencia del dinero que unos u otros puedan ganar, entiendo que la formación es un valor esencial y fundamental para el desarrollo económico y social de cualquier sociedad, sin embargo, no considero justificable son las brechas salariales que se producen en España. Ni era lógico la situación de hace tres años en la que un peón de obra ganaba más que un licenciado, no porque así lo reflejasen las nóminas sino por los suculentos “complementos” que había en dinero B. Ni la situación actual en la que tendencia se ha invertido de una manera abrupta.
La existencia de brecha salarial no es solo es negativo para la sociedad en su conjunto, al empresario le afecta y mucho, ya que estas diferencias salariales tan significativas condiciona la contratación de determinados perfiles y hace que la política de recursos humanos en las empresas sea sumamente imprevisible, ya que queda al albur del mercado laboral y si hoy el perfil denostado es el de menor cualificación en dos años se puede producir la situación inversa.
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