Uno no se acuesta un día siendo un trabajador por cuenta ajena y se despierta siendo emprendedor. Es un proceso que lleva su tiempo, en el que algunos muestran la inquietud desde el principio y otros no llegan a tenerla nunca. Lo cierto es que en España se ha querido vender que somos un país de empresarios, incluso de hombres hechos a si mismos. Pero lo cierto es que no es país para emprendedores.
Según los datos de la OCDE España es penúltimo país de la organización en tasa de empresarios o startup. Según un estudio del Instituto de Estudios Económicos (IEE), basado en datos de la OCDE, solo el 3% de los hombres y el 2,1% de las mujeres son empresarios en nuestro país.
Y uno de los principales problemas está en la tasa de fracaso. Hay emprendedores reiterativos. Fracasan en un negocio, pero saben parar a tiempo y buscar otro. Aprender de los errores y tratar de no repetirlos en el siguiente. Pero a otros les basta con una experiencia fallida para saber que ese no es su camino.
Falta capital, formación e información
Una de las razones por la que muchos negocios fallan al poco de iniciarse es la falta de capital para aguantar los primeros años. No podemos pensar que vamos a ponernos en marcha y desde el primer mes vamos a tener beneficios. Muchas veces se requiere de uno o dos años para consolidar la apuesta, hacernos con una base sólida de clientes y generar beneficios.
Además hay que amortizar costes que en su puesta en marcha suelen ser más elevados. En este sentido falta mucha formación financiera. Una formación que implique tener un control de gastos, de ingresos, de algo tan simple como la diferencia entre lo facturado y el beneficio que se obtiene. Negocios que incluso llevan años desconocen cual es beneficio real de cada venta.
Pero también información y formación fiscal. Aquí es cierto que muchas veces se delega el papeleo en una asesoría o despacho profesional, pero si se decide realizarlo uno mismo lo cierto es que supone un problema. Tanto por la pérdida de tiempo que nos quita el foco del negocio, como por los posibles errores que podamos cometer.
Los autónomos obligados
Por otro lado tenemos a los emprendedores obligados. Se han visto en la tesitura de trabajar por su cuenta para obtener algún ingreso en la crisis económica. Pero con el tiempo ven que como profesionales no han logrado unos ingresos suficientes, tienen que estar trabajando muchas más horas de las que pensaban, pagar más impuestos y al final acaban por desistir.
Las obligaciones como trabajadores por cuenta propia acaban por abrumar a muchos. Pero también cuestiones de las que no se ocupaban trabajando por cuenta propia, como la planificación. Algo tan sencillo como un plan de empresa supone un reto mayúsculo para la mayoría, que al final acaban por hacerse trampas al solitario para que cuadre con sus expectativas.
Falta de vocación comercial
Por último se dan cuenta que el trabajo no llama a tu puerta. Hay que ir a buscar a los clientes. Y no todo el mundo tiene la vocación comercial necesaria, pero tampoco la visión necesaria para buscar un socio que se ocupe de vender nuestro negocio.
Si se quieren mejorar todos estos aspectos hace falta un cambio cultural. No va a ser de la noche a la mañana. Y la educación tiene que introducir estos temas económicos desde la escuela. No ya solo por un tema empresarial, sino para que no se repitan episodios como las sorpresas de no entender que se ha firmado, por ejemplo, en una hipoteca.
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