Un estimado usuario de este blog y muy seguidor mío, el querido Fmadra, muy a menudo nombra en sus comentarios a ese bollo azucarado con un agujero en medio cuya marca es Donuts. Este usuario al cual le envío mi más cordial saludo y toda mi simpatía se refiere a ese dulce rosco como el causante de mi obesidad, yo más que entrar a analizar las causas o no de estar gordo por culpa de ese dulce, y de entrar a valorar o no el valor nutritivo del bollo en cuestión, quiero utilizarlo para ver como pesa la tradición en los hábitos de consumo.
Y es que al nombrar últimamente tan repetidamente los Donuts, me ha venido a la cabeza que hace poco leí que la empresa propietaria de los Donuts se había planteado retirar del mercado el tradicional donut fresco de toda la vida de los bares, panaderías y demás, y había decidido apostar por el donut envasado individualmente, pero el amplio rechazo a esa medida le hizo retirar la propuesta. Es más, incluso creo que llego a poner en práctica la medida y poco después decidió dar marcha atrás visto el rechazo que genero.
Aquí no voy a entrar a valorar si uno era mejor producto que otro, o si el sabor cambiaba mucho o no. En realidad por mucho que pueda parecer lo contrario no soy un consumidor habitual de esa marca (me pierde más una marca norteamericana como no podía ser de otra manera, y sobretodo me pierde lo salado, bien, en realidad lo carnívoro) y si hablase como un gourmet de los Donuts me estaría equivocando, pero sin duda sí que eso me muestra que la mejor de las ideas en un producto de consumo puede verse condicionada por el rechazo social.
Y digo la mejor de las ideas, pues no me cabe ninguna duda de que lo que decía la compañía era cierto. No dudo que ese nuevo sistema les aportaba menores costos y les era más rentable pero que había más que eso, y que la tecnología actual permitía ofrecer un producto envasado de la misma calidad o superior a los servidos a granel y sin envasar, y con un mayor alto de conservación, por ende tampoco dudo de que el gusto podía ser idéntico al original, y sus propiedades iguales o mejores.
Entonces, ¿si el producto técnicamente era bueno o incluso mejor que el anterior porque (de momento) ha tenido tal rechazo?, la causa la hemos de buscar en muchas ocasiones en las costumbres y los gustos sociales, y en el factor emocional. Concretamente en este caso ha pesado mucho la tradición y la costumbre de los Donuts recién producidos por la mañana, toda un icono para muchas personas.
¿Y es justo que la tradición pueda detener el progreso?, para mi no, en nada, y por supuesto en algo aunque sea banal como los Donuts. Siempre deberíamos estar abiertos a probar y disponer de lo último en todos los ámbitos. Pero es un tema delicado, pues especialmente en el sector de la alimentación y de muchos productos de consumo, el cliente tiene la última palabra, y no es conveniente hacer cambios radicales que le puedan asustar o generar rechazo. ¿Se podría haber vendido mejor la idea?, probablemente. Pero sinceramente creo que estos cambios deben cocinarse a fuego lento, y para mí, el rechazo es hoy, pero mañana el futuro está escrito, se venda como se venda.
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