La crisis está golpeando fuertemente al sector de los autónomos. Casi 90.000 personas han dejado de ser autónomos en el 2.008 para pasar a las listas de demandantes de empleo del INEM. No es una situación nada fácil para muchas microempresas y pymes que se encuentran en actividades de caida en picado de ventas (inmobiliarias y construcción) o aquellas en donde el consumo se resiente fuertemente (comercio y servicios).
El autónomo tiene dos opciones por delante cuando comienza a perder dinero en su negocio por falta de ventas. Estas son muy simples:
- Cierra el chiringuito y se va al paro o a trabajar por cuenta ajena.
- Aguanta el temporal si dispone de los suficientes recursos, en espera de que la situación mejore y las cosas vuelvan a la normalidad.
Además de estas opciones, los autónomos los podemos clasificar en dos grupos, en función del tiempo que llevan desarrollando su actividad. Podemos considerar que existen autónomos con trayectoria de largo plazo, como aquellos que llevan más de cinco años siendo sus propios jefes, y autónomos de corto plazo, que son aquellos que tienen poca trayectoria empresarial.
Cual es mi sorpresa, que después de hablar con algunos autonómos de largo plazo, muchos de ellos prefieren mantener su negocio a costa de perder dinero. Principalmente, dan por hecho que esta situación es temporal, aunque no saben cuanto va a durar pero mantienen la tesis que es preferible perder dinero que trabajar bajo la batuta de otra persona. Concluyen que un autónomo no está preparado para recibir órdenes y trabajar para otras estrategias.
¿Es razonable esta postura? Pues si, pero con matices. Cualquier empresa puede perder dinero en un determinado ejercicio, o en ejercicios sucesivos. Muy pocas empresas comienzan dando beneficios desde el primer día y los haya mantenido indefinidamente en el tiempo. Pero hay algunas situaciones en donde el modelo de negocio se ha agotado y además de las circunstancias macroeconómicas, la rentabilidad en el tiempo se puede elevar a más de diez años.
En esas tesituras lo más adecuado es cerrar el chiringuito. Pero la motivación principal que tienen estos autónomos con los que he hablado ha sido una motivación de orgullo y amor propio. Cerrar por malos resultados equivale al fracaso en el proyecto. Este fracaso es peor visto cuanto más tiempo y trayectoria se tiene en el desarrollo de la empresa, por lo que muchos autónomos piensan que es preferible aguantar el chaparrón y dilapidar hasta el último euro de sus recursos antes que reconocer que el negocio no ha funcionado.
Creo que es un grave error y una gran falta de humildad. Hay tesituras y tesituras, pero cuando una persona en su interior sabe que el negocio se le ha escapado de las manos, la mejor opción es replantearse la actividad, dar un giro radical o comenzar a trabajar por cuenta ajena. Saber distinguir que pérdidas corresponden con los factores externos y cuáles con los factores internos es una tarea complicada pero si no se cuenta con una buena dosis de humildad para afrontar todo el análisis, nuca vamos a reconocer los errores propios.
Para arreglar cualquier tipo de problema, el primero que hay que solucionar es el propio error personal de “yo soy el mejor y todo el mundo está en mi contra”, dejar de creer que nuestro ombligo es el centro del mundo y tomar una buena ensañanza de los errores cometidos. A partir de ahí, podremos decidir si es mejor cerrar o aguantar el temporal.
Imagen | Felipe.rotich
En Pymes y Autónomos | Perspectivas pesimistas para los autónomos en este año