Esta es una de las preguntas que más están surgiendo últimamente en nuestras conversaciones con los empresarios. Los cambios en las cotizaciones de los trabajadores llevan a muchos a la disyuntiva entre mantenerlas o suprimirlas.
Por supuesto la respuesta a este dilema no puede hacerse desde una reflexión general, hay que afrontar cada caso en el contexto de la empresa, de su realidad económica, de lo que supone para ambas partes y del impacto que este cambio va a tener económica y laboralmente.
Pese a que los dirigentes se han apresurado a comentar que el tratamiento anterior suponía un engaño y un perjuicio para los trabajadores, algo incomprensible si tenemos en cuenta que era perfectamente legal y ha estado vigente durante muchos años, la realidad es que en muchos casos el sistema servía para complementar (no sustituir) la remuneración de los trabajadores con algo más que el dinero.
Para muchas pequeñas empresas, que no pueden competir en salarios con las grandes, era una solución para poder captar talento en base a unas condiciones de trabajo diferentes y que determinado tipo de trabajadores podían valorar más que el propio dinero.
¿Y ahora qué? Como siempre hay que saber ponderar el beneficio de mantener esas remuneraciones frente al incremento de costes que eso supone. Porque el problema que se plantea es decidir en qué medida es mejor suprimir esos beneficios sociales para evitar la subida de costes laborales, con el correspondiente perjuicio para la moral o el buen ambiente de trabajo, o bien hacer frente a un gasto mayor todos los meses sin que eso repercuta en un beneficio claro para el negocio o pueda poner en peligro la continuidad de la empresa.
Quien seguramente saldrá ganando será la Seguridad Social, que hace sus estimaciones sobre el incremento de recaudación. Eso sí, a lo mejor es pan para hoy y hambre para mañana.
En Pymes y Autónomos | Las empesas tendrán hasta mayo para regularizar la cotización de los pagos en especie Imagen | Pimkie