En 2013 se ponía en marcha una de las medidas más esperadas por los autónomos: la ya famosa tarifa plana de los autónomos. Aunque en un principio muchos lo veían como un parche, pues era una forma de reducir las elevadas cargas sociales que tenía que soportar este colectivo en sus primeros años de vida, lo cierto es que parece que ha servido para consolidar y mejorar el empleo autónomo.
Esto es, al menos, lo que afirma la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) en un informe, en el que se pone de manifiesto la importancia de la tarifa plana como impulsor del trabajo autónomo y verdadero catalizador del crecimiento empresarial.
En concreto, en el año 2013, año en el que se aprobó la tarifa plana, las altas en el RETA crecieron un 21,2% con respecto al año anterior, y representaron más del triple que las bajas. Desde entonces, las cifras se han ido manteniendo, con más altas que bajas hasta finales de 2016.
Pero aún hay más. Y es que ya no es solo que las altas hayan aumentado, lo cual es lógico gracias a los menores costes que tienen que asumir los nuevos autónomos. Es que, además, ha aumentado la estabilidad de los nuevos emprendedores, una realidad avalada por los datos.
Según el mismo informe, el 57% de los beneficiarios de la tarifa desde 2013 mantienen su actividad. Además, y mientras en 2012 los autónomos que conseguían conservar su empleo transcurridos tres años desde el inicio de la actividad representaban el 63%, desde 2013 este porcentaje ha ido creciendo hasta situarse en el 67% actual.
Estos datos ponen de manifiesto solucionar un problema que sigue siendo una de las mayores demandas de los autónomos: las elevadas cotizaciones sociales reducen el incentivo para darse de alta como autónomo. Ese debería haber sido el punto central del discurso de la ley de autónomos que, de nuevo, vuelve a dejar fuera esta demanda tan perseguida por el colectivo de autónomos.
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