
El Banco Central Europeo (BCE) avanza en la creación del euro digital, que será una moneda legal pública a nivel europeo tanto para pagos on-line como para transacciones que no requieran conexión a la red.
Pese a las polémicas de los últimos meses, todavía está en fase de preparación, no pretende sustituir al dinero en efectivo (por lo menos, a priori) y, aunque todavía no se ha lanzado, ya plantea desafíos importantes para empresas y emprendedores.
Qué es el euro digital
El euro digital será una versión electrónica del dinero de curso legal en la Unión Europea (el euro), emitida directamente por el BCE y accesible para todos los ciudadanos y empresas de la eurozona.
La institución monetaria ha insistido en que no pretende sustituir el efectivo, sino ofrecer una alternativa complementaria, especialmente en un contexto cada vez más digitalizado.
Actualmente, el proyecto se encuentra en fase de preparación, que durará hasta octubre de 2025. Durante este periodo, se definen los estándares operativos, se seleccionan los proveedores tecnológicos y se llevarán a cabo pruebas piloto.
La decisión definitiva sobre su emisión no se tomará hasta después de esta fase, por lo que su disponibilidad real podría llegar entre 2026 y 2028, dependiendo del desarrollo normativo en la Unión Europea.
Ventajas potenciales para las pequeñas empresas
El euro digital está diseñado para ser seguro, instantáneo y de acceso universal, lo que lo convierte en una herramienta con múltiples ventajas para negocios de pequeño tamaño.
Entre ellas:
- Pagos instantáneos, incluso sin conexión a internet
- Reducción de costes al eliminar intermediarios en algunas transacciones
- Mayor inclusión financiera, favoreciendo a zonas rurales o sectores con escaso acceso a los bancos
- Estímulo a la innovación, especialmente en ecommerce y servicios financieros digitales
- Trazabilidad y transparencia, lo que podría facilitar auditorías y el cumplimiento normativo
Además, al tratarse de dinero público respaldado por el BCE, no está sujeto a riesgos de quiebra bancaria y podrá utilizarse directamente desde monederos digitales gestionados por bancos o proveedores autorizados.
Los retos, que no son pocos
A pesar de sus posibles ventajas, la adopción del euro digital plantea interrogantes importantes entre los autónomos y las pymes, tal y como han reflejado distintos medios.
En primer lugar, está el temor a una necesaria inversión tecnológica inicial para la actualización de terminales de punto de venta (TPVs), software de contabilidad o apps de cobro, que puede suponer un coste significativo para las pequeñas empresas y aquellos negocios que no se han digitalizado completamente.
También preocupa la incertidumbre normativa y fiscal: a día de hoy, no está claro cómo se integrará el euro digital en las declaraciones fiscales, si conllevará nuevas obligaciones o si implicará una supervisión más estrecha por parte de la Administración.
A esto se suma el hecho de que, al menos durante los primeros años, las empresas deberán gestionar una doble infraestructura de cobro: con efectivo y con euro digital. Esta coexistencia puede dificultar la contabilidad diaria y aumentar la complejidad operativa.
Algunos negocios más tradicionales ven además con inquietud el posible fin de la flexibilidad que permite el uso del efectivo, temiendo que la trazabilidad total pueda derivar en un mayor control fiscal.
Qué piensan los autónomos
Desde el colectivo de autónomos, muchos trabajadores por cuenta propia han apuntado que el euro digital parece un cambio impuesto desde las instituciones, sin suficiente información o garantías.
Más allá de la incertidumbre sobre su utilidad real (si consigue eliminar intermediarios, como Bizum o las tarjetas bancarias, podría reducir los costes por transacción), las dudas se orientan hacia los posibles sobrecostes.
Se ha afirmado que los usuarios no pagarán comisiones, pero sí lo harán los comercios, sin saber si esas tarifas estarán por encima o por debajo de las que están presentes, hoy, en los mercados.
En cambio, los procesos y costes asociados de la digitalización, como apuntaba Javier Rivas, profesor de EAE Business School, para AyE, son menos preocupantes que la obligación de compensar el gasto energético de las redes blockchain: ¿quién pagará esos costes extra? ¿Y cómo lo compensarán las cajas de muchos negocios, si le toca a pymes y autónomos?
Sin embargo, el punto clave que ha despertado más suspicacias no es la trazabilidad total, que puede puede generar cierto escepticismo por la promesa de privacidad. El BCE ha asegurado un nivel de anonimato similar al efectivo, pero las transacciones sí serán trazables, lo que genera mayor inquietud.
Por el contrario, se trata de los límites de 3.000 euros por usuario (el límite en cartera digital, del cual se ha hablado), una cifra que pretende evitar fugas de capital de los depósitos bancarios, pero que puede verse como una barrera para negocios con mayores flujos de caja.
Además, será necesaria una infraestructura digital y educativa en consonancia y una resolución ágil de problemas propios del día a día: compras no reconocidas, devoluciones...
Buena parte del sector coincide en que el éxito del euro digital dependerá, principalmente, de la posibilidad de adaptarse a las formas de pago aceptadas y validadas por millones de personas a diario.
¿Cómo puede prepararse una pyme?
Frente a este panorama, los expertos recomiendan no esperar a que el euro digital llegue para comenzar a adaptarse. En esta primera fase, los negocios pueden comenzar a informarse sobre las implicaciones para su negocio, revisar sus sistemas tecnológicos actuales y buscar asesoría especializada, sobre todo, en cuestiones legales, fiscales y de digitalización.
El euro digital no va a transformar el tejido empresarial de un día para otro, ni tampoco será un medio de pagos y cobros obligatorio. Pero su llegada marcará un cambio estructural en la forma de entender y operar los pagos en Europa. Las pymes que mejor se preparen estarán en disposición de aprovechar sus ventajas, reducir costes y ofrecer mejores experiencias de cobro a sus clientes.