Una de las grandes dudas que surgen cuando se utiliza el teletrabajo es si ¿está trabajando el empleado realmente desde su casa? Esta pregunta tiene muy fácil respuesta. En realidad no importa, solo importa si cumple o no con su cometido y las tareas asignadas. Y este es uno de los grandes problemas de la cultura empresarial de muchas organizaciones.
Porque normalmente en la misma situación en la oficina no nos hacemos la misma pregunta. Simplemente en muchos casos se levanta la cabeza para saber si alguien está en su sitio, dando por supuesto que esto es sinónimo de que está trabajando. Y la realidad puede ser muy distinta.
Otras veces se impone un control férreo, con el jefe pegado siempre en el cogote para constatar que estamos haciendo nuestro trabajo. Y es en estos casos donde muchos se han llevado sorpresas. Teletrabajando los empleados eran autónomos y acababan sus tareas sin problemas. Nada nuevo por otro lado, ya que en las vacaciones del jefe las empresas siguen funcionando igual.
La cuestión es cómo medimos el trabajo real, la productividad que alcanza un empleado. Si lo hacemos por el método de tiempo, da lo mismo que esté calentando la silla en la oficina que x horas conectado en su casa. Solo demandamos una serie de horas de disponibilidad independientemente del trabajo que haya.
Si medimos por tareas, no importa cuanto tiempo dedique, cuando haya acabado con lo que tiene asignado no importa lo que haga en el resto de la jornada, ya sea en la oficina tomando café o en su casa con su familia o viendo la tele.
La cuestión es que muchas empresas no miden, no saben realmente la capacidad que tiene cada empleado. Ni se establece un baremo medio de tareas que deben cumplir. A partir de aquí el control solo se realiza por el tiempo que hacen que trabajan.