A ninguna empresa, y menos en una situación económica como la que estamos viviendo, le sobran los clientes. Sin embargo llegan determinados momentos en los que uno debe plantearse si hay que deshacerse de un cliente. En un momento como el actual en el que el problema más habitual al que han de enfrentarse las pymes es el de la morosidad, plantearse el continuar trabajando para un cliente que acumula impagos es cada vez más habitual y llega un punto en el que hay que tomar una decisión.
¿Hasta que punto merece la pena consumir los recursos de la empresa en servir productos o prestar servicios a álguien que levanta serias dudas sobre la posibilidad de que cumpla con los pagos pasados, presentes o futuros? Es una decisión delicada pero tarde o temprano debemos ponerle coto.
A veces se retrasa el momento de deshacerse de este tipo de clientes con el convencimiento de que antes o después podrá ponerse al día y liquidar su deuda con nosotros. Otras veces por temor a que si tomamos esa decisión y dejamos de trabajar con él nunca podremos recuperar las cantidades que nos adeuda.
Sin embargo llega un momento en que no merece la pena alargar esta situación. Primero porque cuanto mayor es la cantidad adeudada mayor es el impacto negativo en nuestro negocio, ya no sólo por el gasto que nuestra empresa habrá de soportar por el hecho de servir esa mercancía o prestar ese servicio, sino por el esfuerzo y el tiempo que requiere estar constantemente reclamando las cantidades que nos adeuda.
Lógicamente debemos analizar la situación, hay muchas personas o empresas que utilizan estos sistemas como método de autofinanciación pero que, a largo plazo, acaban cumpliendo, ante esta situación debemos actuar con inteligencia porque es muy posible que podamos reconducir ese escenario sin necesidad de prescindir de ellos.
Por contra, hay otros que voluntaria o involuntariamente no van a pagar. Voluntariamente porque son morosos expertos que acostumbran a tensar la cuerda e intentar sacar provecho de la buena fe del otro mientras éste lo soporta, involuntariamente porque esa deuda puede proceder de una delicada situación económica que tiene difícil solución. Sea por un motivo o por el otro, llega un punto en que no podemos mantener la situación más allá de lo razonable y debemos cortarle el crédito.
En Pymes y Autónomos | La morosidad es el auténtico cáncer de las pymes en España
Imagen | Eduardo Quagliato