Una de las causas principales de la crisis económica que con tanta virulencia ha salpicado a todos los ciudadanos ha sido el elevado nivel de endeudamiento en mano tanto de familias como de empresas, que ha provocado un elevado riesgo de insolvencia entre ambos agentes económicos. En los últimos años, sin embargo, este riesgo se ha mitigado, en parte por la mejora de las expectativas y las probabilidades de caer en quiebra del empresario español experimentaron un ligero descenso durante el último ejercicio.
No obstante, el proceso de desapalancamiento sigue su curso, y esto quiere decir que la incertidumbre por una posible quiebra está todavía latente. El último estudio publicado por la firma de servicios de consultoría y asesoría SFAI Spain revela que el 40% de las compañías españolas tiene un elevado riesgo de insolvencia, de acuerdo con las cuentas anuales de las firmas depositadas en 2013.
Un riesgo que decrece conforme crece el tamaño de la empresa. Tanto es así que de entre las empresas de 0 a 10 empleados, el 41,75% tiene un alto riesgo; un porcentaje que se reduce al 28,60% en el caso de empresas de entre 11 a 50 empleados y al 27,60% para empresas de entre 51 y 200 empleados. Es decir, cuanto mayor es el tamaño de la empresa, más bajo es el riesgo de quiebra.
Se dan, no obstante, otras circunstancias que determinan este riesgo de insolvencia, entre las que cabe destacar la reforma laboral, que ha flexibilizado el mercado de trabajo y las mejores condiciones y perspectivas de la economía española, que han reducido las solicitudes de concursos de acreedores de forma significativa.
En cualquier caso, todavía quedan muchos pasos por dar para reducir el riesgo de insolvencia al mínimo posible. Entre ellas, una modificación de la Ley Concursal que haga viables a las empresas con problemas financieros o un mayor apoyo a la inversión que aumente la capitalización de las empresas, su tamaño y su solvencia; un reto difícil de conseguir pero por el que deberíamos apostar para prevenir futuras crisis.
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