Mezclar plantilla y ahorro en la misma frase no debe implicar, irremediablemente, recortes en personal. En absoluto. Y es eso, precisamente, lo que hay que desterrar en la situación actual. Uno de los grandes retos de las pequeñas firmas que deben buscar el máximo ajuste de sus cuentas y gastos diarios para lograr su superviviencia es implicar a sus trabajadores en esa tarea colectiva.
Difícilmente una pequeña empresa podrá ahorrar de forma considerable en sus cuentas si no tiene la complicidad de sus empleados. Por ejemplo, implantar un sistema completo de teletrabajo en el día a día de la firma como forma de reducir costes en sedes y locales y, a la postre, no disponer del compromiso para cumplir con horarios y objetivos no servirá de nada.
Es innegable que buscar ahora esa complicidad si antes no se ha construido una relación de confianza es una incongruencia y, además, un mal comienzo. De eso no hay duda. Y quizás no sólo sea un mal comienzo sino que, directamente, sea una barrera casi insalvable para conseguirlo.
Vivimos un momento sumamente delicado. La motivación de los trabajadores es deseada por muchas empresas pero obtenida por muy pocos. Simplemente, porque muchos de esos empleados sufren las consecuencias, directas o indirectas, de esta dura crisis no sólo en posibles bajadas de sueldo o recorte de condiciones beneficiosas sino en su vida más personal, con el encarecimiento de la vida o las subidas de impuestos.
Es por eso que hoy por hoy buscar la complicidad de la plantilla en las tareas de ahorro es un reto muy complicado pero que ha de estar sobre la mesa de los directivos. Sólo por una simple y contundente razón: sin ellos, ninguna política de ahorro funcionará de forma completa..
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