Muchas son las razones que los economistas han esgrimido para dar una respuesta a las causas de esta crisis. Desde la excesiva desregulación de la que han disfrutado los mercados financieros hasta el fuerte componente de gasto público que han utilizado los políticos como arma perfecta para ganarse el beneplácito de los electores.
Sin embargo, si hay una causa en la que todos los analistas coinciden es que el elevado nivel de deuda existente en el sistema ha explosionado y, lo que se había convertido en el motor de la economía, ahora se ha convertido en el principal obstáculo a la recuperación. Un arma de doble filo que tiene sus origen en una expansión crediticia sin precedentes animada por unos tipos de interés artificialmente bajos.
Desde luego, si los tipos de interés son menores, la rentabilidad exigida a cualquier inversión será, también, mucho menor. De esta manera, cualquier proyecto empresarial resulta atractivo a los ojos de todo inversor y lo que parecía inviable con un precio de la inversión normal se convierte en algo, no solo viable, sino también rentable.
Quizá ésta sea una buena idea en períodos de contracción económica en la que es necesario crear empleo a toda costa para garantizar la recuperación económica por el lado de la demanda. Sin embargo, cuando los tipos de interés son bajos de forma artificial se crean burbujas en el precio de los activos, ya que todos los agentes comienzan a invertir al pensar que el precio de estos activos va a seguir subiendo y, a la hora de venderlos, van a obtener beneficios.
Sin embargo, cuando la burbuja crediticia explota, se produce el desastre. Los agentes que se han endeudado comienzan a intentar liquidar sus inversiones pero, al hacerlo todos al mismo tiempo, el precio de estos activos desciende. Es más, como las inversiones son una porquería, no es posible venderlo ni siquiera a ese precio de adquisición y los agentes tienen que asumir pérdidas.
Para contrarrestar este efecto, es necesario comenzar con el proceso de desapalancamiento. Los bancos no conceden crédito, los hogares tienen que reducir su consumo y gasto para resarcirse del efecto de esas pérdidas y las empresas no son capaces de producir porque no tienen ni acceso a la financiación ni una demanda que permita aumentar esa producción, lo que acaba haciendo aumentar la tasa de desempleo. Es un círculo vicioso que acaba en el desastre, con la necesidad del sector público de cuadrar sus cuentas mediante subidas de impuestos y recorte del gasto.
Y todo ello, propiciado por unos tipos de interés artificialmente bajos y el acceso a la financiación a inversiones improductivas. Solo tenemos que fijarnos en la burbuja inmobiliaria española y a la burbuja que se está gestando en China para darnos cuenta de que, aunque el crédito sea el motor del crecimiento, éste no puede mantenerse barato durante demasiado tiempo. Las consecuencias de ello son perfectamente conocidas por todos nosotros.
En Pymes y Autónomos | El crédito a empresas, entre el desapalancamiento y el bloqueo del grifo Imagen | PublicDomainPictures