Observo, cada vez con mayor frecuencia, que muchos emprendedores se plantean, ante las “enormes dificultades” para crear empresas en España, crear sociedades en el extranjero para explotar sus negocios. En algunos casos el sistema es fácil, barato e, incluso, uno pordría ahorrarse mucho dinero en cotizaciones a la Seguridad Social e Impuestos. Pero, cuidado con las sociedades en el extranjero, si se van a gestionar desde España no es todo tan fácil y barato como parece.
En primer lugar, porque las facilidades en la creación se pueden convertir en obstáculos en la gestión. Si ya puede ser complicado administrar una empresa en el país donde vives, conociendo el idioma y, más o menos, la legislación, la cosa se complica si estableces tu negocio en el extranjero, con una legislación diferente y sin un contacto directo para conocer los cambios normativos que puedan afectar a la empresa.
Otro aspecto muy importante es la fiscalidad. La empresa, por mucho que se constituya en un país diferente, ha de tributar en el país en el que produce sus ingresos. Una sociedad británica, si lleva a cabo su actividad en Españ,a está sujeta a las normas fiscales y laborales españolas.
De hecho en muchos paises existe la figura de empresa no residente que es aquella que se crea en su territorio pero no tiene ninguna vinculación con el país y por tanto no está sometida a sus leyes. En el Reino Unido, por ejemplo, para que se considere una sociedad británica y acogerse a sus normas, ésta ha de tener su domicilio en el país y realizar actividad en el mismo, con trabajadores residentes y dados de alta en la Seguridad Social británica.
En otros países se requiere que el órgano de dirección esté en el propio país. Se puede nombrar un agente local que ejerza ese cargo pero eso supone un coste añadido y apoderar a un tercero, que muchas veces es un desconocido.
El último aspecto “delicado” es el tema bancario. El manejo de cuentas bancarias abiertas en entidades de otros países tampoco es sencillo. En muchos casos la apertura de las cuentas puede ser complicado e incluso podría obligarnos a despazarnos al país en cuestión para poder realizar la apertura de cuentas. En otros casos la operativa por internet de esas cuentas no funciona como en España, lo que dificulta enormemente el manejo del dinero obtenido por nuestra empresa.
En conclusión, tener un negocio no es montar la empresa con sus complicaciones iniciales, si es que son tal, si no la gestión de la misma una vez que el negocio echa a andar. Las nuevas tecnológías pueden facilitarnos la creación de un negocio rápidamente y con un coste mínimo y manejarlo desde el sofá de nuestra casa, pero antes de dar el paso de establecer nuestra empresa en el extranjero para gestionarla desde aquí debemos valorar todas las implicaciones porque, muchas veces, al final lo barato sale caro.
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