Eres freelance, por lo tanto debes estar agradecido por cada trabajo que llama a tu puerta. No. Falso. Es como decir que todas las películas de mi director favorito son buenas, eso es imposible. Y respecto a los clientes sucede lo mismo. Los hay buenos, regulares y pesados.
Aunque políticamente no sea lo correcto. Son como esas personas que dejan comentarios en todas partes.Terminas de leer una noticia y ahí están. Tienen un afán de protagonismo tan marcado, que necesitan que su aportación anule de alguna forma, el trabajo del periodista, blogger o lo que se tercie. Un cliente pesado es aquel que quiere ser tu centro de atención, olvidando que tienes una vida y a otros seres humanos con los que compartir tu tiempo.
La educación frente al ser humano que tiene todo el día libre
Ese cliente se asemeja a esa vecino o a ese vecino que siempre toca al timbre cuando estás trabajando. Un día te echó una mano con no recuerdas qué cuestión y cree que debes pagar ese favor hasta el último día de tu existencia.
Con cortesía y la mejor de tus sonrisas le dices que estás trabajando, pero hay oídos que no escuchan, sólo oyen lo que quieren y te roba media hora o cuarenta y cinco minutos de tu horario laboral porque estás en casa. Tras la charla, se va. Al fin y al cabo, piensa que estás en paro y ves series todo el día.
El cliente que te llama todos los días, no es un buen cliente
Somos muy poco dados a la autocrítica, pero si permitimos a ese cliente al que ya hemos atendido, que siga enviándonos mensajes, llamándonos como si fuéramos amigos de toda la vida, algo falla en nosotros.
La amistad es un tesoro. Pero la amistad verdadera, no la interesada y esta persona sólo te llama para que le intentes resolver temas laborales, pero gratis. Es como tu vecino pero peor.
Devolver el dinero si el proyecto no ha finalizado
Conozco casos de personas con una paciencia hasta el infinito que no han podido más con ese acoso por parte de uno de esos clientes pero a los (afortunadamente) no les has terminado el trabajo.
Llamadas para hacer cambios cada dos días. Llamadas para preguntar cómo va el proyecto. Mensajes a las doce de la noche. Y así hasta colmar la paciencia, como digo, de la persona más tranquila y comprensiva del planeta.
Lo ideal, cuando alguien no quiere escuchar, ni atiende a razones, no es tratar de educarlo: "Por favor, no me llames a partir de las 12 de la noche", eso se da por sentado. Mejor, aunque perdamos dinero, ganar en tranquilidad y optar por clientes que de veras respeten tu trabajo y tu tiempo.
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