Los datos los ha hecho públicos el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Economía y Hacienda (Gestha). Y son reveladores: desde una microempresa hasta una gran empresa, todas defraudan al fisco.
En el estudio se analizan las formas de fraude fiscal más utilizadas en 2007, atendiendo al tipo de empresa.
Contribuyentes en módulos. Emisión de facturas falsas, omisión de la obligación de conservación de las facturas, y la falta de actualización de las variaciones por el aumento de algunos módulos.
Microempresas. Emisión de facturas falsas, omisión de ingresos y obligación de conservar facturas y llevanza de la contabilidad.
Pequeñas Empresas. Insuficiente justificación de gastos, emisión de facturas falsas y omisión de ingresos y facturas.
Medianas y Grandes Empresas. Insuficiente justificación de gastos, recepción de facturas falsas y aplicación arbitraria de la ley tributaria para reducir el pago de impuestos.
Además dan unas recomendaciones para no defraudar y no ser perseguidos. Pero no voy a entrar siquiera a comentarlas. Porque nadie les va a hacer caso. Y eso sí que me interesa: ¿por qué defraudamos a Hacienda? El 46% de los empresarios españoles justifica, de un modo u otro, el fraude fiscal. ¿Excusas? Pues de todo tipo, oiga. Desde motivos personales hasta la simple caradura de decir que es algo consustancial a los propios impuestos.
Pero yo me pregunto ¿estamos ante una cultura popular del fraude? ¿Defraudamos simplemente porque sí, porque siempre se ha hecho, porque no a todo el mundo lo pillan, porque... ? ¿O realmente el elevado índice de fraude fiscal se debe a una presión fiscal desorbitada, de la que empezamos a oír hablar ahora que se acercan las elecciones?
La cultura del fraude, permítanme llamarla así, no desaparecerá en las empresas con una presión fiscal en aumento, especialmente con la subida del impuesto de sociedades, pese a que nos vendan que ha bajado unas décimas con respecto a 2006.
No quiero con esto decir que la respuesta al alza de impuestos deba ser el fraude. Nada más lejos de la realidad. Pero sí me llama la atención la pasividad de los empresarios, considerados como una masa con capacidad potencial para presionar al Estado (¿os suena la palabra lobby?), y conseguir rebajar un poquito esa fiscalidad opresiva, que en lugar de afrontar el problema deciden esquivarlo con conductas ilegales o cuanto menos alegales.
Sólo es una opinión.
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