En los años previos a la crisis económica no se nos hizo nada extraño el que variables como la facturación, los beneficios, el número de empleados o el propio margen, crecieran por encima de la barrera de dos dígitos, convirtiendo al crecimiento orgánico en el patrón de crecimiento empresarial más frecuente en el tejido productivo español.
Con la llegada de las vacas flacas, por desgracia, muchas de las variables expuestas en el párrafo anterior han cambiado de tendencia, tornándose muchas de ellas negativas, y por tanto desbancando al crecimiento orgánico como la vía para conseguir buenos resultados para una organización empresarial, en favor de otras estrategias ajenas al 'cuore' del propio negocio.
Aunque pocas, una crisis económica también brinda oportunidades, y entre ellas, se destaca la posibilidad de incrementar nuestra estructura mediante la realización de compras o mediante la firma de alianzas con otras empresas del mismo sector o de otros sectores de la economía. Con el cierre de muchas empresas, las necesidades de liquidez de algunos grupos empresariales y las paupérrimas expectativas sobre determinados sectores de nuestra economía, ha forzado a que esta situación sea mucho más frecuente de lo que lo fue hace tan solo unos años.
A pesar de que en muchos casos esta situación da lugar a un solapamiento de parte de los recursos productivos, esta opción es tremendamente fructífera, primero porque se pueden aprovechar los puntos fuertes de cada una de ellas, como en el caso de la integración de procesos de producción, y por supuesto, la mayor riqueza en la gestión de la organización al aprovechar las sinergias de cada una de las partes que la integran. A día de hoy no son muchas las empresas y negocios que han apostado por esta forma alternativa para asentar su crecimiento presente y futuro, y en mi opinión serán las que lideren sus respectivos sectores de actividad, y por extensión en la economía del futuro.
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