El pez grande se come al pequeño y eso es ley de vida, como ley de vida es que las empresas se coman entre sí, y las más potentes vayan absorbiendo y llevándose por el camino a todas aquellas empresas que algún día fueron sus competidoras, o bien a todas aquellas que pueden aportarles algo. Y es que comprar empresas es una buena forma de crecer, pero el crecimiento no es el único motivo de compra.
Podemos comprar empresas para crecer nosotros a nivel de penetración en el mercado o para especializarnos en aquello que sabemos hacer perfectamente y cubrir carencias por medio de la adquisición, que por si solos no sabíamos o teníamos dificultades para cubrir. También podemos comprar para eliminar a la competencia, o bien para entrar en nuevos mercados, incluso podemos comprar para realizar funciones que hasta el momento no podíamos abarcar y que mediante la adquisición de algún experto en la materia nos permite abarcar fácil y rápidamente.
En definitiva, compremos por el motivo que compremos siempre puede sernos una buena opción. Pero precaución, que comprar una empresa para nuestro beneficio (sea este el que sea) pueda significar una buena opción no significa ni mucho menos que siempre lo sea. Y sea como sea, siempre deberemos analizar debidamente y de forma profesional toda la operación.
Comprar una empresa al igual que cualquier otra inversión tiene un objetivo, y eso es sobretodo lo que deberemos analizar en el momento de plantearnos comprar a ese pececito tan apetecible, pues de un buen análisis y de intentar saber (con el menor margen de error posible) si aquella inversión nos será rentable o no, depende que tengamos una dulce digestión del pececito, o bien que el pececito se convierta en un tiburón y se nos atragante.
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