Para que un emprendedor entienda algo perfectamente y no vuelva a cometer un error, necesita cometerlo él mismo. Es decir, que hasta que no nos llevamos el primer palo, bien en un impago, bien en algún detalle de algún trabajo que no salga como es esperado, no tomamos las suficiente precauciones y comenzamos a trabajar con cautela.
En este sentido, en Una mamá marketiniana nos cuenta cómo ha perdido gran parte del precio a cobrar de un trabajo que ha realizado por no contar con el consiguiente presupuesto por escrito y haber partido de un acuerdo comercial verbal. Y es que antes o después surgen los problemas y diferencias de interpretación, por lo que siempre sale perdiendo el que cobra o que el que tiene menos papeles que demuestren la diferencia en liza.
En esta línea, siempre he sido muy crítico con el exceso burocrático en la empresa, porque nop podemos andar preparando documentos, contratos y cartas para todo lo que hacemos, pero el esquema típico de presupuesto, albarán y factura no debe olvidarse nunca. Si hablamos de un trabajo, debemos dejar constancia por escrito del trabajo que nos piden y del precio que vamos a cobrar.
Esta constancia puede ser un fax, un mail o cualquier otro medio que le permita a la otra parte acusar su recepción Por ejemplo, un ok en un correo electrónico es suficiente prueba documental para demostrar un precio o una tarifa, al igual que un fax con un sello.
Para trabajos o servicios de cuantía elevada y que contemplen muchos detalles o partidas abiertas, el contrato es imprescindible, tanto para fijar las tarifas, como los plazos de entrega y los cobros. El contrato es un acuerdo entre dos partes, que refleje los pactos y condiciones que se estipulan. Sólo para casos muy complejos, necesitaremos recurrir a un abogado, pero para la mayoría de cuestiones podemos encontrar modelos estándar o amoldar un contrato a nuestras pretensiones.
Pero a pesar de todo, hasta que no dejamos de cobrar la primera factura o se nos queda cara de tontos porque nos han tomado el pelo o porque hemos cedido en puntos oscuros, no aprendemos. Por eso, la mejor clase de management es la que nos proporciona la propia empresa y los errores que cometemos en ella. Ahí es donde de verdad todos aprendemos.
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