La crisis ha roto muchos de los cimientos construidos durante años. También en las empresas. El desfile de grandes y pequeñas compañías que tenían que echar el cierre ha sido continuo. Pero, la cara de esa moneda la representan aquellos que no sólo resistieron a este golpe, sino que lo han hecho a otros muchos golpes.
Esta semana El País publicaba un reportaje sobre uno de los que más ha aguantado en pie. Se trata de la empresa más antigua de España: la 'papelera' J. Vilaseca de Capellades, en Barcelona. Cuenta en su haber con 300 años de historia e innumerables crisis superadas. Y hoy factura unos 50 millones de euros con clientes por todo el mundo.
Y la primera pregunta que suele surgir al saber que llevan más de tres siglos con sus puertas abiertas tiene que ver con la pócima, con los ingredientes de ese éxito. En el reportaje, el director comercial da en la clave: Innovación y mercados exteriores. Dos de los mantras más repetidos pero que, a la vista de casos como este, funcionan.
Innovación para lograr una conversión de pequeña empresa familiar del papel a una multinacional que, según sus datos, ha logrado diversificar el grueso de su negocio negocio hacia segmentos más rentables (como los papeles de seguridad para billetes) y en los que la competencia, quizás, no están feroz.
Y un proceso de internacionalización para reducir el riesgo de dependencia de un mercado, el español, muy escaso. Hoy ellos facturan, según explican, el 70% de su producción más allá de las fronteras españolas.
La historia de esta compañía familiar no es muy diferente a la de otras muchas que han aguantado los embates de esta y otras crisis. Pero sí puede servir no sólo para demostrar que mantener en pie una empresa tres siglos no es un reto imposible, sino para enseñar cuáles pueden ser los pilares fundamentales para conseguirlo.
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