"No soy un emprendedor, ni un CEO. Soy un programador 'nerd' que le gusta tener opiniones en Twitter". La frase es de Markus Persson (más conocido como Notch), cofundador del estudio de juegos Mojang. Una compañía por la que Microsoft ha pagado 2.500 millones de euros, en una operación tras la que Persson ha decidido bajarse del carro. "No es por dinero, es por mi cordura".
En no pocas ocasiones, las adquisiciones de una empresa acaba desembocando en la salida de los fundadores de ésta. Especialmente si se trata de un 'gigante' tecnológico, como es este caso. La razón: la desvirtuación del proyecto original y la pérdida, por tanto, de la visión inicial planteada por los que la pusieron en marcha.
Pero, en este caso, la causa es otra. Persson no se vio nunca a sí mismo como un hombre de negocios, pese a que lideraba una empresa muy rentable. Sólo el año pasado generó unos ingresos de 326 millones de dólares, con unos beneficios bastante considerables, no sólo procedentes del juego en sí, sino también del 'merchandising' que se ha ido sacando al mercado en este tiempo.
No se veía a sí mismo como un emprendedor y sí como un programador que acabó construyendo un producto del que se sentía especialmente satisfecho por la enorme comunidad creada a su alrededor. De sus palabras se deduce un cierto vértigo: "Me he convertido en un símbolo y no quiero serlo; ser responsable de algo enorme que no entiendo, en lo que no quiero trabajar".
Puede que haya quien no se crea esa posición pública del fundador. Poseía inicialmente un 70% de la compañía, lo que le convierte hoy en un milmillonario. Muchos creerán que lo hace ahora que ha logrado una operación que, a la postre, es soñada por no pocos emprendedores. Sin embargo, no sería el primero que no puede asumir el aluvión y decide frenar.
Habría que estar en su cabeza para conocer, realmente, sus motivaciones. Lo que está claro es que no todos los que construyen un proyecto de éxito logran encajarlo de la mejor manera.
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