Abordamos el segundo programa de la segunda temporada de Pesadilla en la cocina. Se trata de una entrega algo especial esta Pesadilla en la cocina de El Yugo, en Boecillo. Se trata de un restaurante y de un chef al que Chicote conocía muy bien. O creía conocer.
El planteamiento es simple. El Yugo fue uno de los principales restaurantes de Valladolid y de Castilla León, un restaurante que atraia famosos de todo tipo, en unas instalaciones espectaculares. Y todo ello dirigido desde la cocina por su propietario, Cristobal Berzosa, un refrenete para otros muchos cocineros, que celebraba anualmente unas jornadas gastronómicas de Castilla y león que atraían a un gran numero de cocineros profesionales de primer orden. Entre otros el propio Chicote que repitió cuatro veces.
Pues bien, hoy no queda nada de aquello. Cristobal, que había dejado el negocio lo recuperó, pero no parece capaz de remontar la situación que el achaca a un duro divorcio, la mala suerte, etc. No hay más que ver el programa para darse cuenta de lo bajo que ha caido el establecimiento y el profesional. Y a partir de ahí entra Chicote de nuevo en El Yugo, en un reencuentro traumático.
Empecemos por el final...esto no tiene esta solución
Vamos a darle una vuelta al planteamiento habitual del programa. Empecemos por el final. Más allá de la guionización, de la preparación, parece evidente que los problemas de Cristobal son reales, así como su repercusión en el negocio. Os invito a navegar en la web y podréis encontrar referencias al respecto.
Este no es el lugar para hablar de dichos problemas más que evidentes de Cristobal. Pero si lo es para afirmar que el apaño de Chicote no vale para nada mientras Cristobal no se recupere de los mismos. Y para ello no son profesionales, y no precisamente de la cocina. Supongo que se entiende todo lo que quiere decir.
¿No habeis tenido una sensación de deja vu? Yo sí. este segundo programa de la nueva temporada me recuerda enormemente al segundo programa de la primera, el ddeicado al Da Vinci de Moraira. entre los casos de Rafael Soler y de Cristobal Berzosa los paralelismo son evidentes. profesionales de éxito, contrastados, de alto nivel, con instalaciones de lujo que entran en barrena personal, con divorcios, mucha fiesta y unos hábitos muy parecidos.
Pues bien, de los doce restaurantes de la primera entrega, el Da Vinci fue uno de los dos que cerraron. De ahí que en estos caso creo que si no tratamos las verdaderas causas del comportamiento del protagonista nada va a salir bien.
¿Hay equipo?
En general, el equipo que rodea a Berzosa parecen buena gente, pero siendo sincero, creo que profesionalmente quedan muy muy atrás. Están a juego perfectamente de las instalaciones en las que trabajan y se nota que tiene el ánimo totalmente roto.
Cuando revelan al programa que llevan cuatro meses sin cobrar, y ante la pregunta de porque no se van, hablan de que no pueden dejar solo a Berzosa, pero yo me pregunto donde pueden ir. Yo no lo veo claro, especialmente en el caso del pinche de cocina que parece una suerte de Angus Young de los fogones pero en malo. Por tanto, si aguantan con él es debido a que no tienen nada mejor, y esperan un milagro que, sinceramente dudo que llegue a materializarse.
En este sentido, creo que Chicote es consciente de que si Berzosa está tocado, el equipo no es el adecuado. Pero, entre nosotros, buscar una solución en un cocinero novato, sacado de una escuela profesional, me resulta un tanto...¿canalla? De verdad, creo que el daño que puede hacer una situación como la que se vive en El Yugo a un joven profesional en ciernes es considerable.
En situaciones difíciles, como la mencionada, se requiere de gente bragada, con experiencia y madurez. No puedes exponerte a quemar jóvenes valores ni a usarlos como una suerte de terapía para alguien con el cuadro de Berzosa. Y lo he vivido de cerca.
Falta pasión
Hay un momento en el programa en que se pasa muy rápido sobre algo esencial, y que contribuye a explicar la situación de Berzosa: falta pasión. El, realmente, no quiere estar ahí, no quiere cocinar, se la pela todo. Y es que, como señala, se ha visto obligado a volver ya que vendió el negocio y no le acabaron de pagar. Si le hubiesen pagado, el amigo Berzosa estaría en Brasil cocinando para sus hijos y sus amigos, o eso dice...
Si navegamos un poco por internet podemos ver cosas curiosas, y es que no es la primera vez que Cristobal intenta alejarse de los fogones. Si tiramos de este blog y de este perfil de Linkedin vemos que entre el 2007 y el 2010 ya traspaso el negocio que heredó de su padre.
Posteriormente, en 2010, volvió de la mano de otros socios a hacerse con las riendas del mismo. ¿Es esta sociedad la que no acabó de fructificar y la que obligó a volver a tirar al 100% del carro hostelero a Cristobal?
Y es que el retorno a los fogones a través de dicha sociedad parece que no fue más que la excusa para algo que merece la pena destacar y que Chicote obvio.
El cocinero que quería hacer I+D en el vino
Si volveis a ver el programa con detenimiento veréis botellas de vino con una forma especial. Concretamente la base hace una forma extraña. Se trata de unas botellas que, debido a su diseño, retienen los posos e impurezas en el fondo. Se hablado de que así se evita la decantación de los vinos, aunque creo que no es del todo cierto, sirviendo únicamente como un sistema que evita que los posos caigan a la copa.
Se trata del Martin Berasategui System, que más bien hubiera debido llamarse Cristobal Berzosa System, ya que Cristobal, el mismo que monta pollos en el programa es el padre de la idea, y de hecho sus socios en esa penúltima etapa participaban del proyecto. Martín Berasategui parecía limitarse a ser la cara popular que lo diese a conocer.
Tengo la sensación, aunque puedo estar equivocado, que a pesar de los padrinos y del tirón mediático, el proyecto no ha acabado de cuajar. O no al menos como le hubiese gustado a Cristobal y sus ¿socios? Pero nos ayuda a ratificarnos en algo: hace mucho que la mente de Cristobal está lejos de los hornos, de la plancha, de las sartenes...
En general, los cocineros de primer nivel saben que la cocina quema mucho, que es un negocio tremendamente complicado, y que los márgenes suelen estar en otro lado, en otros negocios que buscan (programas de televisión, franquicias, consultoría gastronómica, libros, etc...). Cristobal, contra lo que pueda parecer, no era tonto, y lo sabía perfectamente, pero su apuesta no parece haber dado resultado.
Supongo que ahora muchos entendéis la frustración que puede sentir una primera espada de la gastronomía cuando se ve obligado a hacer día sí y día también labores que creyó dejar atrás hace muchos, muchos años. ¿Cómo os sentiríais vosotros? Si a eso le sumamos los problemas de los que hablábamos, la espiral descendente parece muy difícil de evitar.
Por ello, y esas es una lección que debemos extraer de este caso, hay que tener preparadas alternativas, planes b, para si algún día queremos abandonar el negocio. Y eso debemos irlo construyendo cuando estamos en pleno éxito, en pleno uso de nuestras capacidades. No sólo la carrera de las modelos o de los deportistas es corta
PD: a mi tampoco me gusta en exceso la reforma, si bien considero que lo que había era tétrico. Pero creo que el enfado de Cristobal vino derivado de que supuso una sacudida que le hizo ver la realidad en la que estaba metido.
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