En laSexta esta semana han recuperado la pesadilla en la cocina del Anou, en Valencia, un programa grabado el año pasado para la anterior temporada del programa de Chicote y que no llego a emitirse en su momento. Como siempre, os dejamos el enlace para que podáis verlo de nuevo o por primera vez.
Se trata de uno de los programas que me ha resultado más interesante de los emitidos hasta el momento, por salirse un tanto de la dinámica habitual a la que estamos acostumbrados: la limpieza no es ningún problema, se apuesta, aunque fallidamente, por un perfil alto, y el propio Chicote no sale nada convencido de la viabilidad del restaurante. Y entre medias, unos cuantos temas que merece la pena tocar.
De la cancamusa gastronómica y otras hierbas
En el Anou su cocinera y propietaria defiende la cocina de intuición, un concepto que ni su equipo ni ella misma son capaces de explicar de un modo consistente. Chicote la acusa de haberse inventado una historia, un rollo, para vender y envolver platos que no tienen una mínima calidad. Concretamente llega a hablar de que están agarrados a un palo de humo. Y tien razón.
Todo ese rollo de la cocina de intuición es pura filfa, cancamusa o vaporware, pero entre nosotros, no es nada muy distinto de lo que hacen otros muchos compañeros de Chicote con mejor o peor fortuna: inventarse una categoría culinaria para erigirse en popas de la misa, dar rienda suelta a su creatividad literaria en las cartas y sublimarse hacía algo más que meros cocineros, por mucho que su publico sostenga que ellos lo que quieren es comer (es glorioso ese momento del programa).
Eso pasa en los restaurantes y en el día a día de multitud de empresas, donde nos encontramos auténticos monstruos literarios que navegan a la perfección en los universos del powerpoint, de la planificación estratégica, del discurso vacío que simula modernidad. ¿Alguien se acuerda del traje del emperador?
Evidentemente el crear y y desarrollar una categoría, un nicho de producto o de servicio, siendo pionero en hacerlo en un mercado es algo muy interesante y recomendable (los denominados océanos azules), pero en ocasiones la linea con la tomadura de pelo es a veces un tanto fina, especialmente si no se dominan los rudimentos técnicos mínimos y todo queda en un quiero y no puedo.
La venganza de los aficionados
Hace años que se ve venir una suerte de auge de los amateurs, de venganza de los aficionados, de los que este mismo blog, de algún modo, puede ser un ejemplo en contraposición con un medio periodístico.
Pues bien, los creadores del Anou no son profesionales de la hostelería.Y se les nota. Pueden ser amantes de la misma, tener buena mano y conocimientos, pero profesionales, lo que se dice profesionales no son. Un informático y una diseñadora industrial que hacen un curso de cocina, y tras fracasar con un establecimiento de comida para llevar se lanzan a crear un restaurante con pretensiones.
La sensación que transmiten, especialmente ella, es que no son conscientes de sus limites, de sus carencias, que las tiene y muchas, tanto en la cocina como en la sala (y no llegamos a hablar de la inexistente explicación sobre cómo se promociona un restaurante de estas características que hubiese estado muy muy bien).
El entusiasmos es fantástico, y nadie niega que hay aficionados con un don que supera a mucho profesional mediocre, pero la diferencia entre los dos mundos puede resultar en ocasiones abismal, y si no tenemos capacidad de autocar´tica la torta (¿otra clase coca') puede resultar tremenda.
Qué vulgar es hablar de dinero
También es tremendo un clásico del mundo empresarial: que el genio, el gurú, el gestor visionario, ignore y aparte al socio capitalista. En este caso tenemos a una socia, la madre de la cocinera que ha puesto dinero y ha avalado con su patrimonio el negocio. Pues parece que ni el título de madre ni el de socia son suficientes para que tenga voz ni voto en la gestión del restaurante.
Esta disociación entre quien pone el dinero y asume los riesgos con respecto a la gerencia es un auténtico despropósito. Los socios deben ser informados puntualmente de la marcha del negocio, eso es lo mínimo. A partir de ahí, y en función de lo que se haya establecido en el acuerdo inicial, los socios jugaran su papel de un modo u otro, pero esos aislamientos radicales lo único que hacen es comprometer su vinculación cuando las cosas vayan mal y se necesite su apoyo, o cuando se quiera crecer y también se precisen más recursos.
Desconozco bajo que formula jurídica se explota el negocio, pero en cualquier caso cconviene recordar que incluso en las sociedades limitadas o anónimas puede llegar a haber supuestos en que la responsabilidad patrimonial alcance a los socios por no cumplir con unas obligaciones mínimas. ¿Quereis un ejemplo? tenemos los supuestos de infracapitalización, o el deudas conocidas tras la disolución.
Así que, por favor, desde aquí pido un poco de respeto para esos socios tan poco creativos que lo "único" que ponen es dinero. Y aquellos creativos que les moleste que estos seres tan vulgares se entrometan en el día a día de su sueño empresarial lo tienen muy fácil: que no cojan su dinero.
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