El otro día después de muchos meses vi a una amiga. Pensamos en un lugar donde tomar algo, y nos dirigimos a una cafetería que también es restaurante. Tiempo atrás, otra tarde intentamos pasar un rato allí pero resultó que estaba cerrada.
Esta vez, mirando las calles: llenas de gente, y con muchos turistas, pensamos que acertaríamos. Error. La persiana estaba echada. En su interior había luz y una dependienta. Desde lejos nos gritó que estaba cerrado (apenas se la oía) Cuando por fin se aproximó a la puerta, nos anunció que abrían a partir de las ocho y media de la tarde. Miré a mi alrededor y no comprendí nada.
La libertad de horarios no es discutible. Pero regentar un negocio en pleno centro, lleno de hipotéticos clientes y no tener abierto es cuanto menos llamativo. Hace más de un año que las costumbres en términos de ocio han cambiado en la ciudad.
La crisis ha golpeado a casi toda la ciudadanía, y se han invertido las horas para salir y consumir. Es cierto, que algunos de los que eligen la tarde para divertirse lo hacen bebiendo y no entran a las tiendas para comprar precisamente.
Pero, en una zona tranquila, donde se observaba a gente sentada en terrazas, resulta llamativo que un solo local del mismo perfil permanezca cerrado. No es la primera vez que observo esa situación, alguien a través de la persiana dialogando con la camarera. Como si se tratara de un espacio tan 'cool' donde el cliente ha de pedir permiso para consumir.
Por desgracia son muchos los negocios que han tenido que echar la persiana por la crisis y la falta de clientela, y aunque se presupone que el dueño de un local ha de conocer qué horario es el indicado para abrir y obtener beneficios; en una ciudad turística, donde tocan a tu puerta y la respuesta es un no, algo falla.
Pérez Reverte, escribió un artículo sobre la tienda de un amigo que se lamentaba por la falta de clientela y por su futuro. No le importaba abrir de lunes a viernes, pero el sábado cuando el periodista le confesaba haber pasado para realizar una compra, la tienda estaba cerrada.
No se trata de trabajar de lunes a domingo, pero si de plantearse si estamos perdiendo dinero abriendo cuando no entra nadie y con la puerta blindada a clientes que desean entrar.
La mala reputación también se consigue a base de episodios de este tipo. Imagino que todas las personas que han tratado de tomar algo en ese 'exclusivo' lugar que mencionaba al inicio, se lo pensarán cuando lo vean abierto. Si estudiamos el contexto y la ubicación, permanecer cerrados a la larga, les llevará a la invisibilidad.
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