Ni todos somos iguales ni debemos serlo, ni todos hemos nacido igual, ni todos vamos a desarrollarnos con las mismas capacidades, y ello también implica en la forma de desarrollar nuestra carrera profesional, bien sean los asalariados, o los empresarios y autónomos.
¡Cuidado!, con lo de que no somos iguales no quiero ni pretendo decir que no todos debamos tener las mismas oportunidades. Ahora bien, una vez en la pista todos debemos competir y el mejor siempre avanzará al no tan avanzado, y ni por eso el más avanzado se tiene que frenar, ni el más rezagado tiene que criticar al que corre más, simplemente compiten en ámbitos diferentes.
Por ejemplo y poniéndome a mi mismo como ejemplo, sería absurdo, kamikaze y ridículo que yo pretendiese ponerme en una pista de atletismo a competir con grandes atletas, o simplemente con personas en mejor forma física que yo, puedo competir con gordos y pretender ser el mejor entre ellos, nunca pretender ser el mejor entre gacelas. Un individuo como yo que después de cincuenta metros (y gracias) va sacando la lengua, ¿como puede pretender competir con un atleta?, y que yo no esté en condiciones de competir con él, no significa que el sea malo por triunfar, por prosperar o por ganar.
Y lo anteriormente dicho es igualmente aplicable al mundo empresarial. Y esa envidia, ese rencor, y ese odio de gran parte de la clase trabajadora hacia los empresarios o emprendedores o de muchas personas que aunque no lo quieran se reflejan en las otras, parte del resentimiento, de la rabia de la propia incapacidad, de la falta de aceptación de la realidad. Clases siempre las hay y siempre las habrá, pobres los hay y siempre los habrá, igualmente como siempre habrá listos y no tan listos, y todos son buenos. Y cuidado, que intentar traspasar de uno a otro, es legítimo, incluso admirable, pero no aceptar las propias limitaciones es directamente triste, muy triste.
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