Probablemente no exista mejor producto que podamos vender, mejor servicio que podamos prestar o mejor proceso que realizar, que aquel producto, servicio o proceso donde el detalle se ha cuidado hasta la obsesión.
Y es que una cosa es diseñar un producto, un servicio o ejecutar un proceso concreto, y otra muy distinta es dejar la piel en ello, poner todo el interés en ello. Poner todos nuestros sentidos y analizar punto a punto, detalle a detalle (por insignificante que este pueda parecer) con la voluntad de mejorar, con la obsesión y la convicción de que podemos mejorarlo.
Y es esa voluntad de mejora, conjugada con una curiosidad permanente y una preocupación por perfeccionar lo prácticamente perfecto, desde donde lograremos obtener los mejores resultados.
No nos engañemos, nunca podremos ser excelentes en todo lo que hacemos, nunca podremos elevarnos a los altares ni ser excelsos en todo lo que nos propongamos. Pero sin duda nuestra obligación es que aunque no podamos serlo en todos los casos, en todos los casos debemos intentarlo.
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