Que el conjunto de empresas y familias tienen un grave problema de endeudamiento ya no es ningún secreto para nadie. El sector privado necesita realizar el ajuste desde el punto de vista de sus gastos para reducir sus elevados niveles de deuda hasta unos niveles razonables y conseguir ser más competitivos con respecto al resto de países del mundo, o al menos eso se nos dice.
En este sentido, parece que el grueso del recorte del gasto de las empresas viene derivado de los costes laborales. No en vano, España es el país donde más cayeron los salarios en el último trimestre del año 2012, concretamente un 4,3% frente al aumento del 1,4% del conjunto de los Veintisiete. ¿Servirá para algo haber realizado semejante ajuste?
España, al pertenecer al conjunto de la Unión monetaria no tiene potestad para devaluar su moneda, lo que serviría para abaratar sus productos con respecto al resto del mundo (y de paso, sumarse a la guerra de divisas) para hacerlos más atractivos y aumentar de esta manera nuestras exportaciones. En esta situación, la única opción posible es reducir los costes de producción de las empresas, lo que de facto supone una devaluación interna.
Y sí, es cierto que la reducción de los costes empresariales ha ayudado a equilibrar la balanza comercial. En realidad, también ha sido debido a que tanto las importaciones como la demanda interna están completamente paralizadas, por lo que no es de extrañar que a día de hoy seamos prestamistas netos con el resto del mundo.
Sin embargo, si bien es cierto que en algunos sectores, por ejemplo el de la construcción, se hacía necesario este ajuste, una reducción generalizada de los salarios no solo no es buena sino que puede llegar a ser contraproducente si no va acompañada de una serie de reformas encaminadas a cambiar nuestro modelo productivo, ofreciendo al resto del mundo productos de alto valor añadido para competir con países con modelos sólidos y consolidados de industrialización. Es decir, debemos ser capaces de competir en calidad y no tanto en costes, en lo que no tenemos nada que hacer.
De nada sirve seguir produciendo y exportando servicios, compitiendo con los países orientales con salarios mucho más bajos y cuyo respeto por los derechos humanos es, cuando menos, dudoso. ¿De verdad queremos continuar con este modelo? ¿o queremos construir un país verdaderamente industrializado para retener todo el capital humano posible? Desde luego, si la respuesta es lo segundo, el proceso no debería pasar por reducir los salarios.
En Pymes y Autónomos | Con salarios más bajos seremos más competitivos Imagen | v_hujer