Últimamente nuestros gobernantes se jactan de lo muy bien que están haciendo las cosas gracias a su "agenda reformista", a pesar de que la ciudadanía no perciba los favorables efectos de las decisiones adoptadas y las medidas realizadas.
Desde mi perspectiva, la agenda reformista se traduce simplemente y llanamente en recortes económicos y de derechos sociales, por una parte, y, por otra, en subidas impositivas de todo calado y forma. Eso sí, las exportaciones se incrementan, ¿pero no tendra que ver la depreciación del euro y la devaluación competitiva vía salarios?.
Sustentar nuestra mejora de comeptitividad en un euro que, entre nosotros, está literalmente quebrado, transmite una sensación de que la postura del Gobierno se sustenta en la hipocresía y el cinismo. Mal que nos pese, la competitividad española no sólo no mejora sino que empeora.
El Institute for Management Development (IMD) (PDF) en su Anuario sobre Competitividad Mundial 2013, manifiesta un retroceso en nueve puestos de la competitividad española respecto al año precedente ocupando el puesto 52 de un total de 59 países.
La razón no es nuestro mercado laboral, aunque parece ser la panacea de todos los problemas de la economía española, si no que mucho tiene que ver un mercado energético oligopolísitico, y un <strong>marco legal y regulatorio que en España es un auténtico pandemonium, entre gobierno central, autonómicos, locales, etc. esto sí que restringen y entorpecen la competitividad empresarial.
Imagen |IvanWalsh.com En Pymes y Autónomos | Competitividad