Soy un ex-fumador, es más nunca he sido un gran fumador, pues empecé muy tarde a fumar, no recuerdo si con 22 o 23 años, y hace ya más de un año que no fumo, exceptuando algún día muy esporádico. Pero defiendo el pleno derecho a fumar, y por supuesto ello lo extiendo al lugar de trabajo, a la oficina.
La cruzada contra el tabaco la encuentro hipócrita en muchos aspectos e irracional en muchos otros, ni la comparto a nivel por ejemplo de salud, ni tampoco de protección de según que colectivos. Por una parte a nivel de salud considero que cada uno es muy libre de hacer lo que quiera, incluso de matarse. Y en segundo lugar, lo único que tiene que hacer el colectivo protegido es ir a otros lugares donde no se fume, opciones las hay para todos los gustos.
Reitero, ya no soy fumador, pero pienso que la libertad individual de hacer cada uno lo que le venga en gana prima por encima de todo lo demás, y más en lugares, empresas y negocios privados. Entiendo que se pueda privar de fumar en un espacio público, entiendo y comparto que se puedan poner restricciones en según que lugares como por ejemplo un avión, aunque no comprendo la prohibición total. Pero lo que no acepto, ni entiendo, ni comparto es la prohibición en los espacios privados.
Y espacios privados son las empresas privadas, y en mi casa, en mi propiedad decido y mando yo, nadie debería poderme limitar mi derecho a hacer en mi propiedad lo que me venga en gana. ¿Que hay trabajadores que les puede molestar?, ¿o no se quien salir perjudicado por el humo?, nadie obliga a nadie a estar en un lugar con humo, hay muchísimos lugares y empresas libre de humo, pero si en mi casa se decidiese permitir fumar, nadie más que la voluntad privada mía como propietario debería obligarme a dejar de fumar.
Ello lo extiendo por ejemplo a los bares, restaurantes, etc. han limitado el fumar en los mismos, ahora hablan de prohibirlo completamente. Señoras y señores, seguimos hablando de espacios privados, con un empresario privado y que en su casa debería poder hacer lo que le venga en gana, como si quiere hacer un fumadero colectivo donde cada uno tenga como mínimo cinco cigarrillos encendidos en la mano para poder entrar. Al cliente que no le guste, que le moleste el humo o simplemente que no le apetezca, solo tiene que evitar cruzar la puerta de ese bar o restaurante, especialmente en nuestro país propuestas alternativas de bares no le faltarán.
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