Pasemos lista a los inventos de orígen español: la fregona, el chupachups, el porrón, la bota, etc...pero en esta relación echo de menos uno que, si conseguiésemos cobrar royalties por el, Dubai sería en comparación un triste villorrio. Me refiero a la moderna guerra de guerrillas. De hecho, el término guerrilla es exportado al mundo e incorporado a otras lenguas.
Hoy, en el ámbito empresarial estamos acostumbrados a oír hablar de marketing de guerrilla. Se trata de una concepción del marketing especialmente útil para las pymes: usar ingeniosamente los limitados recursos de los que se dispone, involucrar a toda la organización, incluido el cliente, busca el eco en los medios de comunicación, etc. Pues bien, esa filosofía es perfectamente trasladable a nuestra estrategia de distribución.
La guerra de guerrillas tiene como uno de sus principios la rapidez de movimientos, el golpear y desaparecer, evitando el establecimiento de frentes fijos que difícilmente pueden ser defendidos con sus escasos medios. Más bien bien funcionan como un mosquito tocanarices.
En su vertiente empresarial, frente al punto de venta físico y estable con su elevado coste de mantenimiento, con sus rigideces inherentes, tenemos otras opciones. Incluso las grandes empresas las conocen. Hablo de internet, si, pero también del antiquísimo sistema de redes de venta de Avon, Tupperware, Círculo de Lectores, etc. Un ejercito invisible de colaboradores, de freelance, semiprofesionales, pero que pueden llegar a lugares donde un vendedor de la vieja escuela lo tiene imposible.
Otro ejemplo esta en los puntos de venta temporales. Ahí están los puestos en ferias y mercados locales asociados a alguna celebración o evento, los stands para campañas sitos en hipermercados. Una variante fashion de este tipo de despliegue lo constituyen los Espacios Temporales de Moda. El plantar esa jaima, ya de por si, genera un runrun en los medios de lo más interesante. Llego, vendo, fijo mi marca, y me voy.
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