En 2011 el paro juvenil alcanzó el porcentaje inaceptable del 50%. Un tope que expulsó de nuestro país a muchos jóvenes, unos por la vía de la búsqueda de trabajo en otros países de la Unión Europea, movilidad exterior, que lo llamó la Ministra. Para tratar de reducir esta cifra se puso en marcha el contrato de formación y aprendizaje, reforzado con el bono de garantía juvenil de 430 euros.
El resultado ha sido la disminución en 15 puntos de la tasa de desempleo juvenil. Todavía sigue siendo inaceptable que las tasas de paro juvenil se sitúen en el 35%. Por eso los planes continúan en marcha hasta el año 2023, para lo cual tienen una dotación de 3200 millones de euros y ayudar a mejorar la situación laboral de los jóvenes.
Este bono de 430 euros que complementa el salario del contrato de formación se puede prolongar por 18 meses. Si además las empresas convierten este contrato en indefinido tendrá una bonificación en la seguridad social de 4.800 euros anuales durante tres años. De esta forma contratar a un joven puede resultar muy ventajoso para las empresas.
Esto hace que muchas veces ante dos candidatos, uno con experiencia y otro sin, más joven y bonificado, las empresas no se lo piensen mucho y apuesten por dar esa primera oportunidad, ya que el coste salarial que tienen que soportar es mucho menor. Si les sale mal, pueden contratar a otro y arreglado.
Es una iniciativa que funciona, que ayuda a muchos a contratar, puesto que de otra manera no lo harían. Los más jóvenes y que tienen más complicado entrar en el mercado laboral acumulan experiencia y por lo menos si no se quedan en la empresa cuando vuelvan a presentar su curriculum no será una línea en blanco.
Otra cuestión es que luego estos millenials no resulten ser lo que pensábamos y su capacidades digitales están más enfocadas al ocio y redes sociales que a una aplicación práctica al mundo de la empresa actual.
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