Llegan las nueve de la noche. Muchas horas después de haber inaugurado la jornada laboral, toca recoger y darla por finalizada. Haces balance: de las tareas que había pendientes apenas se han tachado menos de la mitad. “Pero si he trabajado las mismas horas que ayer, ¿qué ha pasado?”, te preguntas. La respuesta la tendrás midiendo el tiempo que se le dedica a las tareas, para detectar ‘fugas’ importantes.
Como hemos dicho en alguna ocasión, ser el dueño de tu tiempo no te hace aprovecharlo mejor. Cuando de la organización de tu día a día depende gran parte del éxito de tu proyecto empresearial (unipersonal o colectivo), las ‘fugas’ de tiempo pueden ser un lastre considerable.
Hace unos días, los compañeros de Tecnología Pyme nos revelaban un dato elocuente: según un estudio de la consultora McKinsey, los empleados actualmente destinan un 28% de su tiempo en leer, escribir y responder correos electrónicos. Es decir, lo equivalente a unas 13 horas por semana. Puede que en jornadas con una importante carga de gestión se alcancen esos niveles, pero ¿es siempre necesario?
Al igual que en estos datos del correo electrónico, tú puedes medir el tiempo que le dedicas a las tareas fundamentales de tu día a día. Servirá como ejercicio para descubrir cuál es el patrón de esfuerzo que le dedicas a tus proyectos (y así valorarlos económicamente si trabajas como autónomo) y, además, servirá para controlar que trabajos menos prioritarios acaben ocupando gran parte de la agenda diaria.
No debe convertirse en una obsesión ni en motivo de estrés, sino en una herramienta más de medición para mejorar la productividad. Para no encontrarte al final de la jornada que tu menú de tareas se ha quedado a medias. Porque si no tomas medidas, en el futuro, los resultados de tu proyecto acabarán resintiéndose.
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