Uno de los motivos por los que las empresas deberían ser las primeras interesadas en no pagar horas extras tiene que ver con la mejora de la productividad. Se trata de cambiar un modelo de trabajo basado en muchos casos en la presencia en la empresa, en cumplir con un horario más que en acabar determinadas tareas.
Pero no solo se trata de implantar la cultura de la productividad en nuestra organización. También tiene que ver con cuidar de los empleados y no hacer que se queden más tiempo del que deben en su puesto de trabajo solo para que el jefe vea que están allí. Una cultura del presentismo que ha estado muy extendida en muchas compañías.
Si hay picos de trabajo en los que todo el mundo tiene que arrimar el hombro, trabajar más concentrados, pasar más horas de las habituales, etc. y queremos que los empleados no acaben quemados luego cuando hay menos volumen de tareas tenemos que compensar estas horas si no están pagadas.
Es muy fácil alcanzar un punto de saturación en el que vamos saliendo cada día un poco más tarde, llegamos tarde a casa o incluso los fines de semana se acaba también trabajando. No hemos desconectado en ningún momento y a lo largo de la semana notamos que nos cuesta más concentrarnos en una tarea.
Esta situación que puede llegar a prolongarse en el tiempo más de lo deseado provoca una fatiga mental, estamos más irascibles en el día a día, y es algo que genera más roces o conflictos en el trabajo. Si cuando llega el momento de menos carga de tareas no se tienen más horas libres, no se descansa lo necesario, al final no tardamos demasiado en quemarnos.
Un ejemplo de esta cuestión lo tenemos con los autónomos. Con una salvedad, ellos trabajan en su propio negocio y tienen una motivación mucho más fuerte que los empleados por cuenta ajena. Así y todo en muchos acaban por darse de baja al cabo de unos años si su situación económica no mejora y cuando la ilusión ya no compensa esas horas extra que robamos a la familia, al descanso o a nuestro ocio.
Porque el tiempo es limitado. Si pasamos más horas el trabajo, la realidad es que estamos quitando tiempo a otra área de nuestra vida. Y eso al final lo acabamos pagando de una forma o de otra, en los peores casos con nuestra salud.