Con mayor o menor frecuencia tenemos que enfrentarnos a situaciones de presión y estrés, derivadas de una mala gestión del tiempo, de la confusión de las prioridades, la escasa capacidad de asignar recursos, en definitiva, de la falta de planificación.
En ocasiones esta falta de planificación emana de la gestión de nuestro responsable, pero en otras ocasiones viene del lado de alguno de nuestros compañeros.
En este segundo caso, suele mandar la 'solidaridad' ya que ante este tipo de errores solemos cubrirnos las espaldas. Pero en el caso de que la situación se reproduzca, podemos adentrarnos en un problema de graves consecuencias.
Ante esta situación, y teniendo en cuenta que es un tema delicado, lo más sensato sería alertar al colaborador en cuestión de los riesgos que se asumen cuando estos se manifiestan con cierta frecuencia. Y si no existe enmienda por su parte, comunicar la situación a nuestro responsable para que pueda tomar una decisión al respecto, porque de no actuar el problema no desaparecería, y es más, acabaría arrastrando nuestra reputación y nuestra carrera profesional dentro y fuera de la organización.
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