Ser optimista es pensar que, con esfuerzo y trabajo, el mañana será mejor. Con una actitud proactiva, tener el convencimiento de que se conseguirán los objetivos puede ayudar mucho en el camino. Pero, aunque pueda parecer una paradoja, eso no puede impedir ponerse en lo peor antes de iniciar el camino. Simplemente porque es necesario un plan B (o, incluso, C).
En momentos complicados, no es muy útil ser otra cosa que optimista (con acción). Tiene muy poco sentido ser un emprendedor que lucha a diario por poner en pie su proyecto y poco a poco consolidarlo y comenzar todas las mañanas sin el convencimiento de que si se esfuerza todo puede salir bien. No es una cuestión de irrealismo, sino de pragmatismo.
Pero aquí llega la paradoja: a la vez hay que tener la capacidad para ponerse en el peor de los escenarios posible. Y te preguntarás, ¿para qué? Pues es realmente útil para determinar cómo actuar cuando el plan principal no salga bien, qué alternativas plantear e, incluso, definir cuál es el límite para no seguir si todo acaba complicándose excesivamente.
Es probable que el horizonte empresarial marcado en un principio para el primer año no pueda conquistarse, que existan importantes tensiones de tesorería no previstas o que acabes dándote cuenta de que el modelo de negocio para tu proyecto como freelance no funciona. Y es ahí donde un plan B se antoja imprescindible. Hoy por hoy, el camino puede cambiar completamente en un tiempo récord y la capacidad de reacción ha de ser obligada.
Confiar en las posibilidades propias y del proyecto es magnífico y, seguramente, allanará el camino. Al menos, lo hará menos conflictivo que si sólo ponemos la atención en las sombras y en las dificultades. Pero eso no puede impedir que uno analice todos los riesgos y sepa cómo actuaría ante ellos.
En Pymes y Autónomos | ¿Optimismo? Sí, pero con acción, El optimismo es la clave para salir adelante Imagen | hlanchas