Comienza la mañana y abres el correo electrónico. Es, en muchas ocasiones, un acto reflejo o, simplemente, un hábito que no siempre acarrea resultados positivos. ‘Vivir’ literalmente en la bandeja de entrada del email tendrá un efecto perverso: acabarás cumpliendo las prioridades que otros marcan por ti. Pero, ¿cómo resolver eso sin ‘abandonar el puesto’ en el día a día del proyecto?
El correo electrónico es, a la postre, una herramienta de trabajo, una vía de comunicación efectiva. Pero ni lo que se recibe ahí debe ser contestado al minuto, pese a la inmediatez que tiene en su ‘ADN’, ni con su consulta casi compulsiva se conseguirán mejores objetivos o ser mucho más productivo en el día a día.
‘Puede que me esté perdiendo algo’, pensarán muchos que no pueden pasar sin consultar el correo durante más de media hora. Basan su actividad, su planificación de las jornadas en las comunicaciones que reciben en esa bandeja de entrada. Y eso, sólo te hará eficaz con las necesidades y las prioridades de los demás, pero no con las que tú marques.
Pero, aquí surge la pregunta: ¿Y mirando para otro lado se resuelve todo? Los extremos nunca son recomendables. Pero todos los expertos sí que coinciden en algo a la hora de tratar la gestión del correo electrónico en el día a día de una empresa: hay que marcar horarios y límites.
Puede que la frecuencia de consulta tenga que ser más corta para unas empresas o trabajadores que para otros, pues el correo sea, al final, la herramienta de comunicación instantánea del equipo (que, por cierto, no es muy recomendable). Pero, establecer unas pautas de consulta es fundamental para no ‘vivir’ en esa bandeja de entrada externa que te tendrá atrapado con infinidad de tareas que no tienen por qué ser las más importantes del día.
En Pymes y Autónomos | Los problemas al gestionar las tareas desde la bandeja de entrada del correo, Dos datos concluyentes sobre la trampa del correo electrónico Imagen | Wiertz Sébastien