Que al comercio de proximidad o de barrio, que no depende de franquicias, no le gusta la campaña del Black Friday no es ninguna sorpresa. Supone un golpe muy duro a las ventas de sus campaña de Navidad, ya que muchos consumidores anticipan sus compras en este momento. Pero lo cierto es que este año se espera un Black Friday más negro que nunca para el pequeño comercio.
Empezando porque esta campaña promocional que tradicionalmente se realizaba el último viernes del mes de noviembre, el 27 este año, se anticipa porque las grandes superficies y gigantes del comercio tanto electrónico como en tiendas, lo anticipan para animar las ventas en un mes complicado por las restricciones sanitarias, de aforos y comerciales impuestas en muchas ciudades por la crisis del coronavirus.
Según un estudio del comparador de precios idealo.es, uno de cada dos consumidores ha pospuesto sus compras este año para esperar descuentos destacados. Y esto es un problema, porque estamos viendo como franquicias y grandes cadenas están haciendo descuentos agresivos de mitad de temporada para aumentar las ventas.
Esto pone al pequeño comercio en una posición muy difícil. O se hacen descuentos y se reducen márgenes o es muy complicado competir. Pero claro, en un momento como el actual reducir márgenes no parece la mejor idea o simplemente no hay posibilidad de hacerlo.
Hay que recordar que muchos de ellos ya tuvieron que hacer fuertes descuentos para lograr liquidez en las rebajas de verano después de una primavera cerrados y sin poder vender debido al confinamiento domiciliario. Ahora en la campaña de Navidad es su oportunidad para tomar un poco de aire que les permita sobrevivir hasta primavera y ver si poco a poco se normaliza la situación.
Pero también es algo que deberían tener previsto. Desde hace tiempo deberían haber pensado una estrategia para contrarrestar esta campaña. Ya sea con unos pocos producto que hagan de gancho, para atraer al consumidor y que luego pueda comprar otros que si nos dejen más margen.