Para muchos negocios cambiar de ubicación supone un trauma. Una herida abierta en su facturación porque alguno de los clientes que tenía no le acompañarán simplemente porque ahora está un poco más lejos. Más todavía si no se ha practicado la fidelización.
No importa el motivo por el que se ha cambiado, si ha sido algo obligado, por ejemplo, al no renovar el contrato de alquiler, o se ha movido porque necesitaba tener más espacio. Por lo general los negocios si les va bien suelen intentar quedarse en el mismo barrio. Pero no será igual, en muchos casos, alejarnos dos o tres calles supone cambiar también la tipología de clientes.
No es lo mismo tener un puesto de fruta en un mercado que fuera del mismo en otro lado del barrio. Los horarios de atención a los clientes no tienen por qué ser iguales. En muchos casos habrá clientes a los que les de pereza ir cada día a comprar, algo que si hacían antes que estaban más cerca.
Es probable por lo tanto que por mucho que tengamos clientes muy fieles acabemos por perder a unos cuantos. Sin embargo, si somos inteligentes podemos explorar las posibilidades de la nueva ubicación. ¿Qué competencia tenemos cerca? ¿Dónde podemos promocionarnos? ¿Qué tipo de clientes podemos captar que antes no acudían a nuestro negocio?
Si realizamos un análisis inteligente y hacemos una oferta adaptada a este tipo de clientes es muy posible que podamos incluso mejorar nuestra facturación. Ya que tenemos una base de clientes fieles, a los que tenemos que seguir cuidando, lo importante es ampliarla con nuevas ofertas que resulten atractiva para otro segmento que antes no identificamos.
Y sobre todo hay que informar, antes del cambio, pero también después, de dónde nos hemos mudado. También en redes sociales, en Google Maps y página web si la tenemos de la nueva ubicación, para que clientes ocasionales, que quizás desconocen el traslado puedan encontrar la nueva ubicación.
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