Cualquier hostelero sabe que la sombra de las copas de garrafón se cierne sobre su negocio, no porque él lo haga sino porque existe un colectivo de clientes que dan por hecho que sólo beben garrafón, vayan al local de copas que vayan. Imagino que las 10 o 12 copas que estos mismos se beben no tendrán nada que ver con la resaca.
Aún así, no vamos a negar la evidencia porque hay casos en los que se vende alcohol de mala calidad o no se vende la marca que realmente ha solicitado el cliente. La actitud de unos pocos no debe empañar a un sector en pleno y existen muchas razones por las que ningún bar debería vender garrafón.
- El ahorro en costes en el garrafón no es tanto como parece. En el mejor de los casos puede suponer un ahorro del 30%; cantidad que no es significativa realmente para los costes totales de un bar de copas. E incluso con ahorros superiores, el margen de las copas es lo suficientemente amplio para no caer en esta trampa.
- El garrafón, como todos los engaños a clientes, pasan factura a corto-medio plazo y el futuro más cercano es cerrar el negocio. Si los clientes no están satisfechos con nuestras copas, dejarán de ir, pensamiento típico del capitan obvio pero es así de sencillo.
- Vender garrafón es un delito contra la salud pública, delito equivalente al tráfico con drogas y similares. Las penas que se contemplan son importantes y podemos dar con los huesos en la cárcel por un puñado de euros.
- En el supuesto de que te cojan vendiendo garrafón, además de sentarte en el banquillo por un delito penal tal y como he mencionado antes, existe un delito contra la Hacienda Pública, al vender alcohol que no ha sido gravado con el correspondiente impuesto.
Para mejorar los márgenes basta con ofrecer servicios adicionales, permitirnos tener una atención al cliente exquisita y un bar en el que nuestra clientela fiel no sólo vea el precio. Estos negocios son los que triunfan no los que engañan a sus clientes.
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