Desde siempre hemos escuchado que hay que cuidar al cliente, que debemos afianzar junto a él una relación de largo plazo, que nos permita a ambos seguir creciendo. No obstante, en el contexto económico en el que nos encontramos, y dicho sea de paso la sociedad de hoy, dónde priman ante todo los beneficios a corto plazo, parece que se nos está olvidando.
Actualmente son muchos los negocios cuyo nivel de ventas ha disminuido de manera estrepitosa, por lo que la presión sobre captar a algún cliente se asemeja a la figura del 'cazatiburones', de tal modo que al primero que entra por la puerta le intentamos vender hasta nuestro alma, y con el mayor margen posible. De tal modo, que en una coyuntura de crisis económica, resulta muy complicado cuidar las relaciones de largo plazo.
Si analizamos un poco la situación, podemos apreciar que si a un cliente nos acercamos de este modo, este reconsiderará su elección en ocasiones venideras, de tal modo que una vez que lo hayamos 'utilizado' hoy, el día que vuelva a necesitar el producto o servicio en cuestión buscará otro proveedor.
En consecuencia, debemos evitar esta situación a toda costa, buscando desde el primer momento una relación de afianzamiento, complicidad, y de mutuo entendimiento. Ya que más vale ser más equilibrado a la hora de fijar nuestras tarifas o cobrar nuestros servicios, que encañonar el arma de nuestra desesperación, cuando justo en este momento nuestros clientes tampoco están atravesando un buen momento, y valores tradicionales como la honestidad y la justicia resurgen con más fuerza que hace unos años.
En Pymes y Autónomos | ¿Está nuestra empresa preparada para abordar situaciones de crisis?
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